PABLO CINGOLANI -.
a Germán Caity,
T´simane
Germán es el mejor cazador del mundo
Es capaz de todo con tal de venir al campamento y decir
“aquí hay jochi” “dónde mierda está la sal” “a comer”, cosas así
Encender el fuego y echarlo al jochi a las brasas
Dorarlo con medio limón y con ganas
Y comerlo antes que todos los ogros
Y los espíritus atravesados del monte
Vengan y se coman al jochi, a su jochi
Germán aprendió que todos los jochis del mundo
Tienen dueño –el jichi de los jochis
No hay jochi que no tenga jichi, su jichi
Ni nada en la selva deja de poseerlo
Por eso aviva el fuego y lo cocina rápido
Cuidado venga el jichi –el dueño
Y se lo quite y se lo coma él
Cuidado venga el jichi y lo regañe
Le diga: mira, Germán, para que te quede claro
TODOS LOS JOCHIS SON MIOS
Y vos, pendejo, me los andás cazando por ahí
Y para colmo los estás asando con tus amigos y te los querés comer
Como si fueran tuyos, como si fueran tus jochis
Germán no es pendejo, es fiel y sabe que al jichi
Hay que ofrendarlo, hay que agasajarlo, respetarlo
Entonces cada vez que va de cacería
-Desde los tiempos antiguos es así-
Él le pide permiso al jichi, lo convence para que lo lleve hasta el jochi
Hasta sus jochis
Entonces ofrenda y va, ofrenda y hace su senda, un día, dos días
Va, hace su espera, ofrenda, fuma, un día, tres días
Va, lo espera, fuma, coquea, ofrenda, espera
Aparece el jochi –que le entrega el jichi de toda la Tierra
El amo de todos los animales y ¡zas! lo atrapa
Vuelve rapidito, contento como si hubiera conocido mujer
Vuelve, más rápido lo cocina, y luego grita
“aquí hay jochi” “a comer” cosas así
“¿dónde mierda está la sal?”
Y se siente tremendamente feliz
Porque ningún ogro ningún diablo ni menos ningún dios
-que está en el cielo pero quien sabe-
Se comieron su comida, su jochi
Sucede que Germán –el mejor cazador del mundo
A veces le da algo, algo como duda
-esa jactancia absurda que tenemos nosotros-
A veces le da por sentir si acaso el jichi sea más potente
Que sus ojos, que sus flechas
Si acaso el jichi –como dicen los sermones que embadurnan su piel
Tenga razón
El conoce como a su cuerpo la selva
Y la selva, hermano, no es joda
Y él sabe que dudar del jichi
Eso sí: te mata, eso sí: te mueres
Por eso, supera la duda, ese algo como duda
Y sólo termina confiando en la flecha en el jichi en el jochi mismo que flechea
Por eso le agradece al jichi y al jochi cada vez que se lo come
Teme antes del primer bocado que el jichi venga y se lo quite
-Quinientos años de agresión no son en vano-
Pero cuando lo mete a la boca –con la sal, carajo, que apareció por algún lado
Le agradece al jochi y al jichi, al jichi y al jochi
Al jochi por comérselo
Al jichi por cazarlo
TODOS LOS JOCHIS SON TUYOS
Le dice el jichi al oído a Germán
Cuando lo está masticando
Cuando con sal o sin sal, lo seguirá masticando.
Pablo Cingolani
Río Abajo, 24 de noviembre de 2011
Pintura: "Cazador del Amazonas" Diego Manuel - Arte de Buenos Aires
2 Comentarios
Este género literario se le da tan bien como los otros, sorprende gratamente. Un gusto leerle. Saludos.
ResponderEliminarCuántas cosas se pueden descubrir de ese mundo que no vemos, que nos pasa desapercibido por ignoracia o porque asi lo quieren los que están al mando a través de escritos como este. Si! Sorprende y admiro sus entregas variadas y tan llenas de información valiosa que nos hace un poco menos ciegos! Leyendo se ve, se entiende!
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