LORENA LEDESMA -.
Son las de las 10 de la mañana. Afuera llueve apaciblemente. El repiqueteo de las gotas en las chapas del techo se convierte en música para mis oídos. Las odio cuando hay viento pero las disfruto bajo estas circunstancias. Los chicos no asistirán masivamente a clases por el repentino aguacero y me parece perfecto. Tan pobres y mal cuidados desde su nacimiento, son propensos a desarrollar enfermedades rápidamente. Además, sé que lo único que aprenderán en días como estos será ver a la maestra charlar con sus colegas o limarse las uñas. Ante el aburrido panorama me preparo para tomar unos mates.
Emprendo mi ritual personalizado con algo de torpeza y mucho desgano. Pienso: mis mates son horribles. No es pesimismo. Hace años que intento hacer un mate decente pero no me sale y los que han tenido la desgracia de probarlos confirman mi certeza inicial. Por el contrario, he tenido el honor y el placer de tomar mates excepcionales:
-Los mates de mi amiga Graciela eran extremadamente dulces. Le ponía cantidades inmensas de azúcar a su matecito de cerámica blanca con flores. Decoraba la mesa con servilletas de colores, colocaba en el medio una canasta con tostadas Riera, junto a unos pequeños recipientes colmados de mermelada de duraznos y queso crema. Lo que hacía especialísimos a esos mates era que al ser ella mi compañera de infancia, nuestras charlas estaban plagadas de recuerdos mínimos, sueños y esperanzas que el tiempo no desgastó. Ella me acompañó en miles de travesuras y aunque ahora es una profesional de primera línea con un salario que humilla a muchos de nuestros ex-compañeros, cuando tomamos mates volvemos a aquellos tiempos en que nos sentábamos a la sombra de un árbol a leer a Allan Poe en una tarde de verano.
- Los mates de mi abuelo Demesio eran aterradoramente calientes. A la vieja usanza, bien de campo. Preparaba su mate en un recipiente plateado de metal y usaba como pava un jarrito que no retiraba nunca del fuego, de modo que siempre estaba en estado de ebullición. Empleaba la yerba más fuerte de la zona litoral: Playadito. Se solía sentar frente a la larga mesa del comedor de la casa a mirar un culebrón mexicano o brasilero en el más perpetuo de los silencios. Si se te antojaban unos de sus mates abrasadores sólo debías ponerte a su lado en silencio porque si osaban hablarle y hacerle perder una sola línea te expulsaba de la mesa con un sonoro grito. Empecé a compartir con él esos mates solamente para estar a su lado un rato, cuando tenía unos 10 años. En aquel entonces, el sabor amargo y muy caliente de la infusión hacía estragos en mi boca. Era normal que me vieran comer chocolates luego de acompañarle un rato para quitarme esa sensación. Recién ahora soy capaz de reconocer que esos mates eran sabrosos en su particularidad. Pero para mí lo valía porque era una de las pocas veces que le podía ver reír detrás de sus tupidos bigotes blancos cuando en la tele ocurría algo cómico. Ciertamente que yo no atendía a la tele sino a los movimientos de mi silente abuelito.
- Los mates de mis tías son de un amargor neutral en base a yerba Rosamonte. Se ceban en ronda prolija y constante. Son tal vez los mates más tomables de todos por su temperatura precisa y el gran tamaño del mate forrado de cuero y bombilla de alpaca. Aunque no tienen ni un granito de azúcar no son del todo amargos y jamás se les queman. Encuentro en ellos un efecto tranquilizador y casi digestivo, puede ser porque los toman solos sin comer nada. Es posible que haberlos tomado compulsivamente en los años de estudio terciario y durante el ejercicio de la docencia de jornada completa sean en parte la explicación de su maestría en este arte. Me encantaría saber el secreto y poder hacerme unos parecidos.
- Los mates de Horacio son de especialista. Horacio era mi compañero de trabajo en Buenos Aires, quien me reemplazaba en el hotel para cubrir el turno de noche. Llegaba todas las noches en su cara bicicleta y me saludaba con un gruñido. Mientras guardaba su medio de transporte citadino, le veía preparar el mate como lo aconsejan en muchos instructivos como los que abundan en internet o en las revistas para amas de casa. Tuvo la desgracia de probar dos veces mis mates pero no volvió a repetir el horror, de modo que antes de pedirme el resumen del día hacía los suyos mientras se burlaba de los míos. Espumosos, amargos y sabrosos... se podía tomar mates de calidad con él durante horas sin darse cuenta. Tenía ciento un mil mañas y reprendía a todos los que infringían alguna de las normas del buen mate. Recuerdo haber salido del trabajo muy tarde porque nos entreteníamos demasiado con la charla y los mates.
- Los mates de mi mamá son dulces moderados y solitarios. Esos los robo de pasadito o recibo alguno tras una seguidilla de ruegos. Se preparan con alguna mezcla de hierbas y siempre están junto a una bandeja con facturas. Los toma en compañía de la radio y en forma pausada mientras se esfuerza por tejer algo que termina siendo un espanto imposible de usar. Cada hora se queja del agua que se le enfrió, pero eso es sólo culpa de su ritmo y distracción. Cuando la observo a lo lejos tomar mates me doy cuenta que se parece mucho al abuelo, callada y concentrada. Aunque se enoje le robo en cada pasada un mate y una punta de sus "vigilantes".
- Lejos el mejor cebador es mi papá. Con dos mujeres celosas a su alrededor se prepara con dos mates, uno amargo que comparte conmigo y otro dulce para mi mamá. Con un ritmo perfecto reparte mates a diestra y siniestra con pasito acelerado y silbando alguna canción que recuerda de su niñez santiagueña. Con gran tino intercala la infusión con unas galletitas con queso para mí y otra con pepas de membrillo para su esposa desde hace treinta años. No se pueden recibir sus mates más que con profunda alegría ya que van acompañados con tiernas palabras amorosas que son más pegajosas que sus canturreos al podar el jardín... "Mi vida, mi cielo, mi corazón" derrumban las corazas del corazón de mamá. Es divertido verla atajarse la sonrisa que esto le produce mientras él sonríe sin problemas sintiéndose victorioso. De hecho esta batalla la ganó cuando tenía 20 años y conquistó a la odiosa Graciela.
Mientras repasaba estos momentos me tomo mi primer mate... Está horrible! Frío, quemado, insulso. Miro mi termo de acero brillante, mi mate con el escudo de River, la pava eléctrica con indicador de temperatura para mates y el tarro con yerba CBC de mezclas de hierbas serranas... Todo es perfecto... Lo malo es la cebadora. Dulces recuerdos, aún de los amargos, pero amarguísima mi realidad... Al rato terminaré tomando un té!!
En los años que llevo de mala cebadora he probado buscando información en distintos medios para corregirme pero es inútil. Leí montones de cosas sobre el mate. En internet abundan explicaciones de lo más extravagantes y notas bien curiosas sobre los significados y métodos ilustrativos de los más variados. Hace poco vi un curioso video en Youtube hecho por unos estadounidenses qué explicaban cómo preparar un "tea" argentino. Eso me hizo recordar las miles de preguntas que me hacían los huéspedes del hotel donde trabajé hace unos años. La verdad es que no a todos los argentinos les gusta el mate y que hay miles de modos de prepararlo, tomarlo y compartirlo, lo cual depende de la región donde uno esté. Ahora que vivo en una provincia litoraleña, tras años de rondar la cosmopolita Buenos Aires donde se prefiere un café por el ritmo que impone la vida allí, descubro que se bebe siempre, en ocasiones como reemplazo de la comida, dadas las carencias y necesidades de la región, y en cualquier lado haciendo gala de una habilidad asombrosa. Los suelen acompañar con chipacitos, una preparación a base de harina de maíz con queso que a mí me fascina. Cuando la temperatura ronda los 40 se reemplaza por su versión fría llamada tereré que lleva agua fría o jugos sintéticos y mucho hielo... Rico e interesante...
El mate genera odios y amores, por tanto lo considero bien argentino y estoy en desacuerdo con los que lo rechazan tajantemente como ícono. Siempre hay un mate cerca acompañándonos, lo tomemos o no...
14 Comentarios
Me queda en la mente la imagen de las hierbitas en agua caliente, el olor que van desprendiendo conforme van soltandose en el agua sus bondades. Los sabores fuertes, los amargos, los dulces, los que parece que no saben a nada...pero saben tanto. Sobre todos cuando una otrencial lluvia o una buena amiga los acompañan.
ResponderEliminarLas galletitas, las tostadas, la mermelada, tu padre cantureando y dando mimos.
Gracias por tan linda nota, Lore. La esperaba =)
Ahí está mi mate, Lorenita, cargado, con palos, burbujeante, hirviente y azucarado, ganándole la partida a las bebidas gaseosas, los jugos de fruta y la cerveza... a veces lo tomo en estado puro, sin endulzarlo para que sepa amarguito y me recuerde como es la vida...
ResponderEliminarEl mate siempre anda dando vueltas. Se dice que es nutritivo, energisante, curativo, antidepresivo y mágico... también adictivo, antihigiénico y que produce insomnio... Se dicen y esciben tantas cosas.
ResponderEliminarEs una de las muchas costumbres argentinas y para muchos de nosotros un buen compañero.
Claudio y Lilymeth, gracias por haber compartido conmigo mis feos mates y los ricos que probé. Seguiré practicando a ver si me salen mejor.. =)
Creo que el mate que más me sedujo y el que sentí como más sabroso fue el del abuelo Demesio. Ese fragmento lo consideré una obra de arte en sí mismo. Imaginé hasta un cortometraje con tu silenciosa mirada absorta en los adustos bigotes de tu abuelo adicto a las telecebollas.
ResponderEliminarBellísimo, informativo, esclarecedor, evocativo, emotivo y muy bien narrado tu texto, querida Lorena.
Creo que con los mates, tal como nos sucede con las comidas, siempre encontramos más sabrosos los que hacen los otros. El mío suele quedar muy amargo y burlón.
Un abrazo
Me llama mucho la atención que en Chile, que era un país donde el mate tenía un lugar de privilegio en cada hogar, haya decaído tan rápidamente esta costumbre y hoy sólo sea una costumbre muy limitada.
ResponderEliminarRecuerdo que cuando era pequeño veía en todas las casas que visitaba, a personas de distintas edades tomar mate a toda hora. Cada familia tenía importantes colecciones de mates y bombillas de plata. Se le tomaba haciendo conversadas rondas con el mismo mate y entremedio se pellizcaban trozos de tortilla de rescoldo y gruesos pedazos de queso o charqui.
En mi casa campestre aún quedan varios de esos mates centenarios, aunque casi nunca se usan. Para mi pesar, varios se perdieron con el terremoto de febrero.
Actualmente en mi casa de San Antonio tengo un mate de loza, una bolbilla ordinaria y una yerba paraguaya de mediana calidad. He probado otras mucho mejores.
Para que este comentario no quede sólo en palabras, me prepararé un mate amargo y lo beberé en honor de mis buenos amigos escritores y lectores.
Aquí en México lo que tomamos es Té, que podría ser lo más parecido al mate. Un concentrado de hierbas que se dejan hervir en agua y a las que se les achacan propiedades curativas, relajantes y a veces hasta afrodisíacas. Se puede beber solo, azucarado o con un poquito de leche y hasta algún poquito de tequila, mezcal o ron. Yo en particular no tomo bebidas calientes. Pero me gusta mucho el olor que desprenden, los tes, el café, el chocolate. Creo que nomás con dármelas de olor, me gustan.
ResponderEliminarGracias Jorge. Seguro me tomaría algunos de tus mates amargos, que deben ser mejores que los míos. Me parece raro que se hayan podido desprender del mate. En mi familia es sagrado, siempre que se sale se sale con los mates que corresponde a cada hábito. Ni de locura se te ocurra hechar azúcar al de los amargos porque te ejecutan. Tenemos mates, bombillas y termeras de todos los modelos y hasta la muerte nos acompañarán.
ResponderEliminarLilymeth, Acá a donde mirés hay un mate, pero ciertamente hay quienes lo rechazan por razones varias y optan por un café, té o el matecocido, que vendría a ser la yerba mate cocinada en agua hirbiendo y colada para tomar en taza.
El mate más raro que tomé fue el que en vez de agua caliente llevaba leche... raro y algo pesadito.
El mate de leche era muy conocido por acá. Yo mismo lo tomé varias veces. Se le solía echar hojitas de cedrón, pero los huasos viejos siempre recomendaban nunca salir al aire fresco después de tomar este mate, porque de seguro se enchuecaba la boca.
ResponderEliminarEl mate con malicia es habitual. Aún se bebe con aguardiente, whisky o coñac. Sabroso. De hecho yo lo suelo preparar así.
¿Mate con malicia? Curioso...
ResponderEliminarHe aqui otras: Si te pasan el primer mate de la partida no te lo tomes! Te consideran el tonto de la ronda. Por cortesía el primer mate se lo toma el que ceba. Si te pasan uno muy dulce y espumante es amor =)
Me gusta mucho el mate con cascaritas de naranja o limón.
Para mí con palmeritas gigantes. Un abrazote mi hermosa Lorelei.
ResponderEliminarLo leí varias veces, se parece tanto a mi familia. Es un poco la ronda de mates de todos.
ResponderEliminarYa no estoy en la argentina, cómo se extrañan los mates. Antes los tomaba al vuelo y sin prestarles demasiada atención, si me preguntaban ni agarraba pero ahora los necesito.
ResponderEliminarDivertido y sensible, un abrazo.
María Julia
Le acepto unos mates ricos y feos porque lo que cuenta es compartir.
ResponderEliminarDame mate con masitas de dulce de leche????
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