Por Pablo Cingolani
Compañero de
huellas y de estrellas,
te saludo, hermano, ahora que has retornado
Compañero del pan
elemental de las montañas, aún nos espera anhelante toda la nieve de la cordillera
de Apolobamba, todo el horizonte de las sagradas apachetas de Yagua Yagua, toda
la carne ardiente del volcán Iruputunku y sus siete salares, todas las brújulas
que claman por los mil cerros verdinegros de Inquisivi y por esos tepuis del
Chaco donde los Ayoreo aguantan, aún nos espera cada piedra que nos ampare, cada
tuscal, un puma-duende y un cóndor macho
Compañero del vino
en crepúsculo de la selva, y ese fervor sin domar por la serranía que se
angosta, mientras la luna se eleva y los tapires nos saludan a coro y las
hormigas danzan y nos muerden en sus afanes y nos reímos
Compañero de esos
árboles que nos habitan, de esa madera, de la más dura, estás hecho, de
umbrales y vicuñas también
Compañero de esos
ríos que nos navegan, como el Tambopata, ¡bravo nomás el Bahuaja!, que te acaba
de acunar de mecer de revolcar como si hubieras nacido de nuevo, bautizado en
sus aguas, mágico Jordán de nuestros destinos mágico el destino
Compañero de esa
gente como espejos, que están allí, en sus casas de piedra o caña, con las
manos llenas de abrazos, con sus ilusiones colmadas de sueños, compañeros con
piel de compañeros, voz y corazón de compañeros, sus historias son las canciones
que nosotros también cantamos, reflejados nosotros en ellos, ellos en nosotros,
compañeros todos, compañero
Compañero de
hallazgos, de guitarras sin tregua y campamentos de arena, de amigos nuevos y
peces rojos de labios blancos y tesoros que sólo brillan al amanecer, en el
silencio conjugado en el medio de la nada, entre karisiris y toros, y el ángel
de la guarda y los apus y la eternidad momentánea que nos agasaja en el medio
de la nada, todo, a todo o nada, siempre y sin dolor
Compañero
intrépido de noches de frío y ninguna copa a la vista, compañero sin distancias
y sin moradas que no sean las patrias amadas y andadas –Bolivia, Argentina,
Perú, Brasil, los Andes, la Amazonía- a pie, el barro, el abismo, el azul, la pasión,
la fragua, la memoria, los mártires
Compañero de nunca
jamás tantas cosas –la traición, el miedo, tantas cosas- y tanto por venir, compañero
de libertad y nunca odiar, compañero de construir, arreciar, resistir, te doy
la bienvenida con este canto, celebro con alegría que seas mi compañero,
simplemente eso
Dime, Ricardo,
amigo: ¿Qué más recompensa puedo desear en este viaje de ida que es nuestra
vida? ¿Qué más que lo vivido? Tal vez, que no olvidemos. Eso, yo sé, nos
bastará.
Pablo Cingolani
Río Abajo, 31 de
octubre de 2012
3 Comentarios
Amigos, hermanos, camaradas, náufragos, sobrevivientes, juergueros, luchadores, niños, caminantes cósmicos.
ResponderEliminarExtraordinario, amigo Pablo.
Las demostraciones de amistad y compañerismo siempre me conmueven. Nobleza pura.
ResponderEliminarDos autores poderosos, con sus universos propios y ficciones entrañables. Gran y novedoso tratamiento del tema. Mis sinceras felicitaciones, amigo.
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