ROBERTO BURGOS CANTOR -.
Estos años de final de un siglo y arranque de otro dejan unas experiencias que sirven para comprender las tensiones entre aquello que un novelista llamó el factor humano y las fatalidades de la loca sucesión, vórtice de deseos rotos y logros desfondados que puede ser la historia.
Es posible que denominé fatal a cuanto no se entiende, y al no entenderlo se hace inmodificable.
De estas tensiones aparecen con singular manifestación los hechos que se refieren al ejercicio del gobierno. En especial cuando son elegidos gobernantes de un partido que se reconoce como de izquierda.
Se presenta aquí un panorama diverso. El gobernante de izquierda elegido puede contar con una representación con mayorías en los Concejos, Asambleas, Congreso. En este panorama la voluntad popular se expresa sin dudas. No requiere oráculos.
En otro, el Alcalde, o Presidente, es elegido solo. Lo acompañan representantes simbólicos, por su número, encargados de dejar constancias y completar mayorías.
Frente a la disyuntiva el caso de Bogotá D.C o el de Santa Marta, podrían servir de laboratorio de análisis.
La capital de Colombia tuvo un antecedente que ilustra. Un Alcalde anterior, de izquierda sindical, declaró de entrada que él había sido elegido para gobernar y no para transformar. ¿Qué quiere decir? Varios asuntos: gobernar es continuar la tradición recibida, reciente o lejana, y aceptarla como camisa de fuerza. Se mantiene la inequidad y un leve cambio de énfasis presupuestal en los programas, de ordinario asistencialistas, calman la conciencia y evitan problemas. Puede ocurrir que esté presente la vanidad de ser comparado con los mandatarios que a fe ciega consideran el sistema eterno y perfecto. Tanto que se lo roban. O a lo mejor no es robo porque les pertenece.
El Alcalde actual, Gustavo Petro, se inmiscuye en las fisuras del aparato que va a gobernar y empuja principios de su ideología que bien vistos constituyen elementos de racionalidad para convivir. Así: rescatar lo público de la vergonzosa expropiación de los particulares bajo la engañifa de que son mejores los gerentes que los gobernantes. Se ve el caso de los trenes en el Reino Unido. O recomponer la repartija privilegiada de las concesiones donde prima el lucro sobre el servicio a la comunidad. No hay que mencionar el escandaloso desastre de los bancos, las operaciones que dejan a miles en la calle, sus intereses de usura. Y el delirio de la justicia con sus testigos comprados, sus peritos de honorarios imposibles, sus abogados como actores televisión que hacen reír o intimidan. Ajá. Y los sistemas de transporte público que hoy son explotaciones privadas y cuyos rendimientos para lo público ni siquiera alcanzan para mantener las vías, mejorar las estaciones, poner la vigilancia.
Los aspectos virtuosos de Petro serán reconocidos. Uno que interesa: el centralismo se ejerce también en el centro. A quién se le ocurre nombrar comisionada para Bogotá D.C a una candidata perdedora, con un programa distinto al del Alcalde que ganó las elecciones ¿?
Al mismo que frente al despelote de San Andrés nombra a un virrey como en los tiempos de Pedrito López. Cuadro, qué cultura.
2 Comentarios
La práctica política tal como se ha venido desarrollando ya tocó fondo. No hay confianza, sino despecho, desengaño. rabia explosiva. De México a Magallanes se piensa y se siente lo mismo. Debemos cambiar esto antes que reviente.
ResponderEliminarSaludos
Al parecer la experiencias nos va demostrando que muchos de los partidos con ideologías de izquierdas que tomaron la posta para conducir el destino de algunas naciones tienen las mismas deficiencias que los de derecha. Tienen en sus estructuras los mismos vicios que los que sucedieron y les está costando mucho superarlos.
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