Antes yo era un perdedor, nunca ganaba el que yo quería, hasta que aprendí a apostar por el que no quería que ganase.
Ahora ya no sé que soy.
Le dije a mi mujer que la amaba. Me dijo "gracias". Entonces comprendí que las cosas ya se habían estropeado... la verdad es que le dije que la amaba por no ser negativo. Hubiera dado lo mismo que le dijese que la odiaba o que me pusiera a ladrar bajo la mesa.
Heme aquí con cincuenta y tres años y las manos en los bolsillos, caminando por este hermoso sendero de piedritas. El paisaje que veo es tan hermoso que no sé qué cosa es mi vida familiar.
Cuando dos cosas son y son tan distintas, no entiendo. Así de simple. ¿Y si te digo que una vaca rumia cables electrizados? ¿Y si te digo que tengo vivencias increíbles y paisajes de otras épocas? Gente de aquí, de allá, que viene, se va, vuelve y se va de nuevo... vida, muerte, arriba, abajo... vuela abejita, pero no me vayas a picar:"Gracias" ¿qué significa eso?
Durante veintidós años su cuerpo se ha pegado al mío. "Gracias" no significa nada. Eructo, "gracias". Te abro la puerta, "gracias". Orino en tu ombligo, "gracias". Gracias, gracias, ¡de nada, mierda! Y con qué facilidad me asusto... cuando creo estar por encima de todo, cuando ya lo tengo y me siento invencible, apago la luz y la cara de mi mujer aparece como una horrible máscara de cera; no me atrevo a poner un pie en el suelo de miedo a que un monstruo me muerda el tobillo; abro mi boca de donde salen gritos mudos y desde lo alto de mis cincuenta y tres años me gustaría abrazar a mi abuelita, a mi mami, acurrucarme y llorar porque no quise esto, no quise nacer, ni ver el culo blanco y flácido de mi compañera, y esa vagina donde no entraría ni la rata más inmunda, ni la araña más loca, y esas tetas venosas que parecen ojeras gigantes, que cuelgan hasta su ombligo y me sirven todas las mañanas mecánicamente el mismo café, la misma cantidad, la misma cucharita, el mismo diálogo... y el gato, y el perro y el hijo...
Mejor pícame abeja, toma mi néctar, bebe mi esencia, llévame a tu mundo, baila estúpidamente señalizando mi presencia, caliéntame con tus alas hasta que tenga una erección tal que nunca más te atrevas a mirarme de vergüenza al comparar tu dardo con el mío. Y es que con mi dardo puedo hacer mil abejas como tú, todo un panal, con una reina, mil reinas, un imperio... y cataratas de miel chorrearán hasta que tu último descendiente tenga alimento.
¿Gracias? pff... de nada mi amor, de nada... lo raro es que aún sonríes cuando te miro y no sé cómo logro sonreírte de vuelta. Creo que si entro en mí, en lo más profundo, ahí donde la paz tiene el reino del ser, creo que está el corazón que te di la primera vez, el corazón puro, el de la primera capa, ya que el de la segunda lo quebraste torpemente... y es el que he arrastrado todos los días hasta que el silencio de las noches lo haga callar y me haga pasar a través de lágrimas invisibles al reino del primero. Sí... te amo. Aunque nunca lo preguntes. Cómo hubiera deseado tener una mujer tan existencial que no supiese si estaba respirando o si el aire la respiraba. Pero bueno, capaz que nació dos siglos antes, capaz que esté por venir... mmmm...
-¿Me harías otro cafecito, cariño?
Fragmento del libro Color Lux, Carlos Sedille, Ediciones Derrame.
Imagen: Gregory Crewdson
2 Comentarios
La mirada de ella no debe ser muy diferente.
ResponderEliminar"Heme aquí" .. el título y el cuerpo del texto me remiten a una inmovilidad, una dejadez existencial a la que le sorprenden los cambios. Ella le dio una cachetada con una amable y fría palabra ("gracias")para que se de cuenta de una vez por todas que lo dejó atrás, que se quedó allá.. Él ahora se pregunta sobre el pasado en presente, ella se fue a otro futuro.
ResponderEliminarTriste pero suele suceder. Él no me da lástima pero tampoco ella me parece una heroína pues se tardó demasiado en dejarlo atrás. Son ambos los clásicos perdedores, se pierden mutuamente en una unión innecesaria.
Excelente texto.