ENCARNA MORÍN -.
En algún lugar del inmenso universo están los cachitos de las almas robadas de millones de niños y niñas del planeta. Todos nosotros, convertidos ahora en personas adultas, comprobamos que hemos sobrevivido, pese a todo, pero con ese vacío irrecuperable para siempre, inalcanzable, lanzado allá lejos, al espacio infinito de los miedos y rencores.
Nos hemos juntado aquí en el cielo para compartir nuestra niñez, buscando deshacer la maraña de recuerdos amontonados y averiguar cada cual a quien le pertenece, comprobando que más de uno de estos pedazos tiene diferentes dueños.
A varios nos robaron la inocencia cuando algún adulto nos usó como objeto de lujuria. De forma sorpresiva e imprevista, nos atrajeron con falsas palabras de mayores confiables para terminar sintiéndonos parte de un laberinto sin salida, desde el que jamás volveríamos recuperar la calma.
A ellas las tiranizó su propio padre convirtiéndolas en pequeñas amantes de seis años, a las que aleccionaba y a la vez aterrorizaba. Muerto el viejo, siguen buscando a sus niñas extraviadas, a las que jamás han de volver a encontrar puesto que están difuntas. Hoy juntan los pedacitos de su historia para recién tomar conciencia que solo fueron víctimas, jamás consentidoras.
A otro les dejaron sin su padre, que un día se fue hacia un largo viaje para no retornar jamás, pese a que él se sentaba cada tarde en el escaloncito de la entrada de la casa, buscando su silueta en el horizonte, allá por donde un buen día se fue con una gastada maleta.
A la niña de las trenzas una vez los Reyes Magos no le trajeron ningún regalo. Cuando despertó por la mañana su zapato estaba solito bajo la ventana de la casa, donde mismo lo dejara por la noche. De poco sirvieron unos regalos tardíos que llegaron a eso de las doce, la ilusión ya había sido robada un rato antes.
Dos niñas pequeñas perdieron a su madre en un fatídico accidente, sin que nunca les explicaran que en realidad ellas las quería, y que jamás la habría dejado solas de haber podido elegir.
La benjamina de una familia vivió asustada, presa de temores indefinidos. Nunca le entregaron la seguridad robada para saber que puede andar abiertamente por el mundo y vivir en libertad. El temor ocupó el vacío y camina hacia él quedamente, convirtiendo su vida en eterno sufrimiento.
La mayor parte de trocitos de abrazos encontrados eran de casi todos los niños que vinieron a buscarlos. Abrazos que esperaron ansiosamente, y que jamás llegaron a su sitio.
La espontaneidad duerme en un lago inmenso, allá en el fondo está la creatividad de todos los niños que fuimos. Hemos de bucear muy hondo para dar con ella y comprobar que es nuestra, que no es mala, que tampoco está prohibida.
La fuerza que nos han robado es la que necesitamos para no claudicar, para cambiar el mundo desde este universo infinito de retazos de vidas robadas.
Hemos vuelto a sentarnos en torno a la hoguera de los deseos con el único interés de no convertirnos jamás en ladrones de inocencia.
7 Comentarios
Inocencia robada. Qué triste es lo que describe pero mucho menos que la misma realidad. Pienso en todos los niños y niñas que pasan por esas situaciones y se me eriza la piel. En todos los casos la recuperación ante ciertas situaciones traumáticas es imposible, lo que resta es ayudarles a vivir el tiempo que queda con menos miedos y desarrollar un poco de prudente confianza.
ResponderEliminarMuy bueno, saludos.
Duro tema pero bien tratado. No sé cuánto podamos hacer por estos niños pero nunca debemos dejar de intentarlo.
ResponderEliminarCada sociedad tiene sus propios mecanismos para asesinar la inocencia, para matar los sueños de los niños y adultos.
ResponderEliminarTriste realidad. Saludos.
Cuando llega el día del padre yo suelo discrepar de los compañeros que mucho afecto preparan regalitos con los niños para llevar casa. Algunas veces (cada vez más lamentablemente), se evidencia que papá y aveces mamá no están por algún motivo.
ResponderEliminarPero es cierto...Rolf, los caminos para matar la inocencia son infinitos.
La infancia es la única cosa que te hace recordar de por vida la persona que empezaste a ser un día. Aunque pasen los años, la vida , las alegrías, penas triunfos y fracasos, siempre perdura en nuestra memoria como algo puro y lo cual recurrimos para que nos salve de la cruda realidad en que a veces vivimos. Los días sin prisas ni preocupaciones ni responsabilidades en que todo estaba bien... y había tanto por descubrir y todo nos sorprendía.Siempre debemos recordar desde adulto el niño que fuimos y que de una forma u otra llevamos dentro, porque nos condiciona de una forma brutal para ser los adultos que somos hoy. Si ese pequeño tesoro no pueden disfrutarlo todos los niños, les habrán arrebatado lo único que ya nadie les puede volver a dar... Muy bonita historia a pesar de la realidad que hay en él. felicidades Encarna...
ResponderEliminarCertero en todas partes, querida Encarna. Las sociedades funcionamos así, somos expertos en estropear el mundo infantil, y lo que ofrecemos a cambio es un mundo miserable de competencia, egoísmo y deslealtad.
ResponderEliminarNotable.
Un abrazo fuerte.
Es realmente triste lo que describe con la niñez robada, pero totalmente cierto, yo aun siento la tristeza de mi niña difunta que aun sigo buscando.
ResponderEliminarMuy profundo.
besos.
MARIA BETANCOR