ENCARNA MORÍN -.
El momento de silencio en el que ambos se encontraron, dejó encima de
la mesa, de golpe, todas las preguntas sin respuestas, las dudas, los
reproches, las palabras no pronunciadas, las expectativas no satisfechas.
Se habían tropezado casualmente,
después de varios años, a pesar de vivir en la misma ciudad. Tras la euforia
momentánea, pasaron a hablar del trabajo, de los hijos, de sus vidas
personales. Fue así como supieron que ambos estaban ahora divorciados.
Prolongaron aquel primer encuentro en una cafetería cercana, ante dos cervezas.
Charlaron por un rato, sin parar, como si el tiempo se esfumara una vez más,
volviendo a jugarles una mala pasada.
Cuando se
produjo el silencio, fue en el preciso momento en que sus miradas se cruzaron,
y sus ojos se atrevieron a ser todo lo sinceros que ellos no habían sido.
-¿Qué nos pasó?
- articuló finalmente ella, en un arranque de sinceridad-
-Que el destino
hizo que nos encontráramos a destiempo -respondió él-
-No, no fue eso
en absoluto. Yo estaba dispuesta a caminar contigo hasta donde hiciera falta.
Tú no estabas disponible para mí, no lo suficiente. ¿Sabes que luego me
pregunté más de una vez, hasta donde habrías llegado con tu doble vida? yo cambié la mía y no digo que lo hice por
ti. En realidad lo hice por mí. En aquella relación que tenía entonces ya
no había amor. Me enamoré perdidamente... de ti, o de una
esperanza, ahora no lo sé. Me la jugué, porque eso es lo que en realidad quería
hacer. Tú no fuiste capaz, no tuviste valor. Estabas más pendiente de lo que
iban a pensar de ti, de tu orden perfecto con la foto de familia en la pared
del salón. Eso era lo seguro. Arriesgarte conmigo era una gran incógnita. De
ninguna manera podías creer que nuestra historia tenía todas las garantías de
seguridad que entonces te ofrecía tu matrimonio.
-No era el
momento, eso es todo. Tenía miedo y salí huyendo. Me habían enseñado que los
sentimientos son cosas banales, en realidad a veces lo son. Nunca dudes de cuanto te he querido, a decir
verdad, aún te quiero. A veces me evado pensando en ti. Sueño contigo, te echo
de menos. Me pregunto si aún no será recuperable nuestra historia, quien sabe
si este encuentro no será tan fortuito. La vida no ha sido muy justa con
nosotros, me parece. Yo tengo por costumbre vivir el presente. No manejo bien
los conflictos, ya lo sabes.
-Excusas, creo
que solo son excusas. No sé si quieres engañarte a ti mismo, o si pretendes
quedar bien conmigo. Te gustaba llenar tu vida de cosas sensatas. No creo que
me eches de menos precisamente a mí. Sueñas con una idea, que en este momento
no existe en el presente. Nuestro presente de entonces es ahora pasado. Y ya
sabes: el pasado no existe, es solo una ilusión. Pero… dime ¿Cómo fue que por
fin fuiste capaz de divorciarte?
-No fui yo
quien dejó la relación. Finalmente fue ella quien se atrevió a dar el paso
-afirmó con desgana como restándole importancia- dime: ¿no te gustaría retroceder
en el tiempo?
-Nunca las
segundas partes fueron buenas. Eso, no es solo una frase hecha.
Fue entonces
cuando ella volvió a rememorar la frase magistral del protagonista de “Los Puentes de Madison”. Cuando en otro
tiempo se compadecía de sí misma y lloraba por las esquinas, había visto
aquella película al menos tres veces. En aquellos tiempos pensaba que sin él, no podía ni quería vivir.
-“No quiero necesitarte, porque no puedo
tenerte” -le dijo mientras una lágrima perdida resbalaba por su cara-
Esa era la frase de Clint Eastwood a Meryl Streep, le había impactado en su
momento, por afinidad con su propio sentimiento.
-¿Qué quieres
decir con eso?-preguntó él totalmente confundido.
-Nada, es una
frase dicha desde un personaje de ficción, solo eso.
Entonces,
mientras el golpe momentáneo de tristeza se alejaba, ella se recomponía en la
escena, al mismo tiempo que apuraba su último sorbo de cerveza, pasando
definitivamente aquella página, hasta
ahora inconclusa, de su vida. Le daba portazo al pasado. Con una frialdad casi inapropiada
le dijo:
-Bueno,
volvamos a la realidad. No tiene sentido remover el pasado. Me he alegrado de
verte. Uno de estos días nos llamamos y quedamos con calma para comer o tomar
algo, ¿te parece? -dijo todo eso con la certeza de que aquello jamás iba a ocurrir-
-“No se volverá a repetir esto: este hechizo sólo te llega una vez en
la vida” -dijo él sorprendiéndola- …Yo también me emocioné entonces viendo Los
Puentes de Madisson. No creas que he olvidado todo. Recuerdo que esa era la
película que íbamos a ver aquel día, cuando falté a mi cita. Estaba a punto de
cerrar el coche, cuando vi a mi mujer que me seguía. Cambié de rumbo y entré en
un bar. Desde entonces decidí no volver a verte…
Un abrazo frío
e impersonal fue otra vez la despedida, solo que ahora ella no lloraba, ni se
sentía abandonada y perdida como entonces. Tampoco con la sensación de no ser
lo suficientemente capaz, guapa, simpática... como para que él la quisiera
incondicionalmente. Claro que quizá no fue entonces el momento. Ahora tampoco.
Se había disuelto la imagen idílica con el reencuentro. A destiempo, totalmente
a destiempo. En este instante eran personajes diferentes en el mismo escenario.
Mientras buscaba a tientas las llaves y
caminaba despacio hasta su coche, se decía con la mayor de las certezas, que
daba igual todo, a estas alturas, de haber vivido aquella historia, quizá ya
estaría muerta, gastada. ¿Era una estúpida romántica fatalista que se equivocó
de siglo? Se dijo resignadamente. Ahora, quizá podría tenerle, pero tampoco
quería necesitarle.
Fotografía: Nisa Mar
3 Comentarios
Emana una tristeza profunda de esta historia. Está muy bien contada. Me recuerda a Barbara Wood, pero lo suyo tiene mayor elaboración.
ResponderEliminarMe he visto en el otro lado de la medalla y puedo decirle que puedo comprender lo que expresa.
Un placer leerla
Raúl
Muchas veces me he preguntado si realmente existe el amor, o si vivimos presos de una mentira de la vida, de una ilusión. El fulgor inicial siempre decae en la pena, el desengaño o el desencanto. Como sea, está muy bueno. Mis saludos.
ResponderEliminarVivimos desincronizados, y aunque a veces queramos lo mismo, lo queremos en tiempos distintos, cuando ya es tarde.
ResponderEliminarValiosa narración, querida Encarna.