RICARDO MENA -.
I.
¡Nena,
oh nena, qué bueno oír tu voz! Hola.
¡No
sabes cómo es esto! ¡Es un infierno! Ya veo.
¡Pero dime, dime, dime! ¿Me oyes bien? Te escucho.
II.
¡Oh
nena, no sabes cuánto te he echado de menos! Hum, hum...
¡Esto
es de locos! ¡Esta ciudad es una jungla! Hum, hum...
¿Tu cumpleaños? ¿La fecha de tu cumpleaños? Eso es.
III.
Pues
no lo sé, nena... Amore!
¡Ah, esto es insoportable sin ti!, ¿lo sabes?
¿Estás
ahí? Sí, estoy.
Mira,
tuve que hacerlo porque—, porque—
Epílogo.
El Cumpleaños.
Porque
tenía que conseguir el trabajo por mí mismo, ¿entiendes?
Y
sí, te dejé por segunda vez. Y sí, te tuve que dejar atrás para
poder— ¡para poder adquirir mi identidad!, ¿entiendes? Se trata
al fin y al cabo de que tenía que hacerlo. No me cabe duda
que desconoces toda la teoría neoplatónica del daemon y la
genialidad artística e intelectual, pero lo tengo—, se apoderó de mí desde
pequeño, ¡es la verdad! Oh, nena, no estás—, no estás escuchándome... Mira, escucha, ¡escucha esto atentamente! Quiero que sepas una cosa: yo te quiero a
pesar de haberme comportado así como lo hice, y a pesar de que creas
que estoy loco y soy un anormal que no se comporta como todo el
mundo. Y te querré siempre, nena. Siempre a pesar de todo y decidas
lo que decidas.
Si
lo eliges a él lo entenderé. Al fin y al cabo, él es normal, como
todo el mundo, no está poseído por ninguna genialidad ni pasión ni
fuego interior y, lo que es más importante, es tu ex novio con el que estuviste tanto tiempo antes de conocernos nosotros dos y seguro que recuerda tu cumpleaños, como hace todo el mundo por
pura formalidad para mandar una nota de felicitación solo para
olvidarse de que tú eres alguien tan especial que tu cumpleaños
coincide con la festividad nacional de tu país... ¡Nena, esto es un infierno y
tú estás tan lejos— ¡Si pudiera, por un momento, elegir ser
normal como todo el mundo y quererte solo por tu dinero y el imperio
de tu padre! Aún lo ignoro todo sobre la importancia de la genética, ¡pero dame tiempo! Te explicaré, si decides creer en mí, cuando lo aprenda dentro de unos cuantos años (¿Qué, cuántos, diez? Vale, ahora déjame seguir hablando con ella y guarda silencio) que la
genética está en la base de todo. La teoría del daemon es una chorrada, nena. ¡Es pura biología, nada más y nada menos! ¿Y cómo se puede luchar contra lo que uno lleva dentro en su programación, en su ADN ancestral? Solo ten fe en mí, nena... Tienes que creerme, tienes que hacerlo, aunque estemos a miles de kilómetros de distancia, aunque pienses que lo hago porque ahora estoy desesperado, con un gran trabajo de abogado en la gran capital de mi país y en mi querida Europa, vale, con mi identidad sólida e imperforable, al nivel de tu imperial padre por fin, pero acuérdate por qué tuvimos aquella anterior bronca. Yo no puedo ser dominado por una mujer con un padre imperial detrás, nena. No puedo ser dominado por una mujer en esas circunstancias porque entonces noto, sí, lo noto, que mi daemon, que mi carácter más anormal, que mi genialidad se traviste en un monstruo horrendo que duda de sí y de su destino y por eso te odia y se rebela contra ti; y ya te pedí perdón por eso: pero yo no puedo odiarte nena, no puedo hacerlo... Y no es la ciudad y la soledad las que hablan por mí. Si lo eliges a él la abogacía carecerá de sentido para mí, ¿entiendes? Porque no me importan el dinero ni el lujo ni toda esa horrible mascarada con la que tú vives continuamente allí. Por eso mismo no pude aceptar el trabajo que me ofrecía tu imperial padre y quedarme allí contigo como acompañante florero. Podrías haberme consultado en esto, nena, y no haberme hecho viajar a tu país para conocer a tus padres y pasar esos momentos tan..., pero no quiero reprocharte nada ahora, amore. Recuerda. En Inglaterra. ¿Lo recuerdas, no es cierto? Cuando regresamos, cuando volvimos a estar los dos juntos a solas comprobaste que soy una persona que te ama por lo que llevas dentro y que si vas a elejir vivir conmigo debes respetar al núcleo artístico de libertad máxima que otorga la palabra y el ingenio—mi daemon me grita. Constantemente lo hace, nena. Que luche por conseguir todas las noches acercarme a ese ideal de libertad artística apasionada libre de toda cultura mercantilista. ¡Son mis voces! ¡Mis voces interiores, nena, amore! ¡Es mi vocación, nena!, ¿lo entiendes ahora? ¡Mi identidad auténtica! ¡Porque no soy abogado! ¡No lo soy en mi núcleo más caliente y volcánico! Yo ya estoy liberado de mi padre y mi familia. Ahora te toca hacerlo a ti y reunirte conmigo aquí, los dos solos para crear una familia unida donde la verdad desnuda sea siempre nuestro lema, y no como allí, donde anidan... Y no tengas miedo, no tienes por qué tener miedo de mí ahora que lo sabes, porque— porque— ¡Ah, cuánto te—Su saldo para esta llamada internacional se ha agotado. Ingrese de nuevo para volver a realizar la llamada. Gracias.
6 Comentarios
Bendito sea ud Sr. Mena. Su forma de escribir me (re)crea.
ResponderEliminarGracias, Alejandrita.
EliminarAquí sonríe mi máscara de escritor nabakoviano cuando percibe
el ingenio de que el verdadero cumpleaños es el de los diez años que
se han cumplido desde esa llamada o epifanía artística.
Oremus in pacem...
Que Nena viva su vida con alegría y con nenes, que los genios demoníacos esperan
ResponderEliminarAlgo aquí señala al gran relato preferido por mí de
Eliminar*Dublineses*: "Una pequeña nube."
Estudiando luego comprobé que también era el
preferido por el genio irlandés: lo cual no me extraña
en absoluto.
Puede leerse online aquí: http://lacomunidad.elpais.com/sandroferrando/2010/3/23/una-pequena-nube-james-joyce
Enhorabuena por el texto. Es muy bueno, ágil, atrapante... lo tiene todo.
ResponderEliminarGracias, compañera. Me place sobremanera tu apreciación.
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