ROBERTO BURGOS CANTOR -.
No sé si en todas las estaciones de la juventud sucede lo mismo. En la que me correspondió el amor se constituyó en la aventura primordial de la vida. En palabras de Neruda: Nos dio el amor la única importancia. O de Durán: Sin ti no puedo estar. Y alrededor de eso que todavía no se logra saber qué es, se aglutinaba la solidaridad, la libertad, la amistad, la igualdad, y sin duda los inevitables estados de la soledad y la tristeza, la metafísica Caribe del “no me hallo”.
Las consolaciones que impone el curso implacable de lo real, qué será lo real, nos devuelven con afortunada frecuencia a la delicada transparencia de Truffaut, sus películas de enamoramientos en la telaraña de la ciudad, en el impedido absoluto de uno en otro. Y alrededor los poemas de Eluard, la belleza trágica de Godard, el duro talismán de Char y el incesante empeño de los surrealistas y los pasos de Gradiva. Todo un asedio a los secretos de la intimidad y lo inexplicable.
De repente el presidente francés del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kanh, en un hotel de Nueva York padece el deseo irreprimible de asaltar a una mujer afro que cumple labores de ama de llaves en esa hospedería. El tiempo medido, la tensión por la violación de las reglas, el ejercicio de la dominación muestran algo que escapa a la red pendiente de lo amoroso y lo enfrentan al hundimiento en alguien, desnuda verdad del deseo.
Se esfuman los ritos: la seducción, el ambiguo ofrecerse al otro sin escándalo, la suma de tu realidad más mi sueño, búsquedas de estas. La anónima servilleta que llega a la mesa del té: te haría la propuesta más inmoral del mundo, que te vengas conmigo, juegues a olvidar el otro como puedas.
Y ahora el presidente de Francia, François Hollande llega a Estados Unidos. Va solo y no es un viaje de placer. Lo llaman una visita de Estado. El largo besamanos con que la humanidad codifica sus formas, impone maneras de saludar y caminar. En el frío helado de este invierno, Obama y su dama saludan con las manos enguantadas. Hollande muestra su mano descubierta. Es lindo el gesto. A lo mejor quiere mostrar que no tiene anillo de compromiso. Las noticias apenas destacan que un Presidente sin mujer enloquece el protocolo. Cómo harán con los Papas y Cardenales. Y las sociedades que entienden que un varón se puede unir con una varón, y una hembra con otra hembra. La señora Ángela Leyva me enseñó el arte de comer con las manos. Los dedos armando montoncitos de arroz con coco y llegando a la boca para ser chupados sin ruido.
Monsieur Hollande en su Vespa-Moretti cruza la noche de París para ver con sigilo a otra enamorada. Tati y Truffaut lo inspiran. Qué maravilla que alguien desprecie los falsos ropajes del mando y se reserve un territorio de su corazón para sabernos vivos y siempre enamorados. ¡ Chapeau mon President ! Cuídate parrillero.
Imagen: One Night in Paris by Phatpuppy
2 Comentarios
Love is everywhere! Buen texto. Saludos
ResponderEliminarLos amores de verano son pegajosos y los de invierno necesariamente cálidos. Los amores presidenciales son tan anecdóticos como los faranduleros, duras poco y se habla tanto de ellos que llegan a saturar.
ResponderEliminarBuen artículo, gusto leerlo.