El discurso como proceso de liberación en Marja y el ojo del Hacedor

CONSTANZA RÉVÉREND 

Para el lector de las diferentes obras del escritor Manuel Gayol Mecías, de aquellas que él define como las Crónicas Marjianas, queda claro que estas son un viaje al interior de la percepción del mundo de un ser negado social y culturalmente, cuya visión de la vida evoluciona en la continua contraposición dialéctica entre los símbolos de la represión (Falexdel, los colaboradores y los aparatos del Estado) y aquellos factores que representan el contradiscurso que logra la superación del miedo, la frustración, la soledad del rechazo y la paranoia de la persecución, para redefinir y dar sentido a los seres y lugares que conforman el cosmos acorde a su postura antagónica y liberadora de las ataduras de un mundo constreñido, asfixiante y absurdo. 

Marja y el ojo del Hacedor (NeoClub Ediciones, 2012) es la puesta en escena del quehacer del creador, que mira la dimensión estética y la trascendencia ética de los personajes que como Marja o la Seráfica, el símbolo de la belleza, la sexualidad y el poder de la seducción, viven en el mundo de lo prohibido (que también es manipulado por el sistema), pero logran darse cuenta de que la dimensión de su existencia está en ellos mismos, en la capacidad de hacer, de soñar y de ser el sueño de otros. Esta dimensión interior, en la cual el ser (creador/personaje) asume en sus manos su propia capacidad para ser feliz, para dar y recibir amor sin repetir ni dejarse tocar por la mendicidad y la impotencia, por el abuso de poder —aún del de aquel que manipula con su posición de víctima— le permite crear un espacio de libertad donde no importa si se está aquí o allá, ni siquiera cómo se le margina de una identidad y se le borra del origen, porque el punto de partida que es la palabra y sus significados serán siempre creados en el ámbito de la propia conciencia, cuya expresión no puede ser otra que el discurso de la liberación. En otras palabras, el creador se hace responsable de su propio destino, deja en libertad a sus personajes y entrega la obra a la posibilidad del reencuentro con un lector o el olvido.


El caso es que como hacedor me equivoqué, porque el personaje que pretendí crear se fue convirtiendo en realidad (bueno, ya era verdad existencial antes de yo aparecer), como lo harán las palabras de esta historia, que ahora necesito reescribir, y que después —posiblemente— correrá el riesgo del olvido. Pág.20

El enamoramiento del creador de sus propios personajes, que son un retrato de los seres de su realidad, o el rechazo a sus más grandes demonios —que lo han perseguido siempre— es el motor para la creación. El objetivo del Hacedor que piensa sobre la realidad y descubre los nuevos significados es precisamente superar a nivel de su propia conciencia su estado de infelicidad, su constante recuerdo que reinventa una y otra vez la desgracia e injusticia de la negación de que ha sido objeto, problema existencial cuya única solución es asumir el papel de creador de un mundo estético donde él mismo se niega a imponerse como un dictador de quien depende la vida y sueños de sus personajes, en un espacio abierto a la reflexión sobre el sentido de la vida y de la creación, donde las criaturas a quienes ha dado vida transcienden a una realidad con múltiples significados que dejan de pertenecerle, le superan y le enseñan el camino hasta hacerle comprender y sentir su propia calidad y dimensión humana, en toda su importancia y trascendencia.

Dentro de este desorden de cosas, puedo confesar que ya no me interesa discernir cuál fue el verdadero motivo que ha impulsado a Marja a contarme su vida teniendo en cuenta algunas partes en la vida de otros personajes. Lo que quiero decir es que yo no voy a explicar por qué razón y cómo la Seráfica se convirtió en la protagonista real de una serie de cotidianas escaramuzas, ni de dónde procede esa fuerza que empleó para escaparse de mis manos. Estas interrogantes las dejo, definitivamente, a juicio del lector. Pág.327

Precisamente, este escritor-hacedor se niega a desaparecer, y con su presencia y su constante reflexión le da las claves al lector para reconocerlo y entender su apertura a la participación creativa en la que la obra es el punto de encuentro de una humanidad plena, equívoca, que ejerce el derecho a la palabra para entenderse y ser entendido, para enriquecerse y enriquecer al otro con el cuestionamiento acerca del amor y la muerte (eros y tanatos) de la tragedia humana y, a su vez, de la profunda capacidad de la comedia en la puesta en escena que es la vida del ser humano, capaz de reírse y superar con el gozo la realidad más procaz e inmediata. La obra se parece entonces al juego de la vida del hombre en el que hay más preguntas que respuestas y en el cual su papel es reconocerse a través de los otros y aportar un sentido que le dé dimensión a su vida y a la de los demás.

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2 Comentarios

  1. Gracias, Constanza, por este comentario tan hermoso que me das y que hace que tus palabras tintineen en mis oídos como una señal de estímulo, de renacimiento creativo. Aquí hay ideas novedosas que me van a servir para nuevos escritos. Esa lúdica intención -por supuesto ajena a mí, pero que invisble e inconscientemente estaba (está) en mí- de la libertad de mis personajes, del discurso narrativo abierto a las potencialidades de cada personaje usadas por ellos mismos, debido a la decisión soberana del narrador de no controlar, de no dictar acciones ni características, ni emociones ni destinos. Realmente esta posibilidad de narrar -derramando liberta en los seres y las cosas-, repito, la he tenido yo en mi fuero interno y tú, amiga mía, la has sacado a la luz, la has puesto en la perspectiva de mi propio escribir diario. Gracias de corazón, mi cariño y respeto. Siempre, tu amigo, con un abrazo así de grande, Manuel

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  2. De esas críticas literarias que valen la pena leer, muy bueno. Saludos.

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