CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.
La Cumparsita suena en la radio. Amanecer de lunes. Amo a Gardel y sin embargo se me ha hecho, ahora, luego de treintaiséis años, controvertido.
En 1995 leí una novela argentina: Frontera Sur. Conocía lo que el autor hablaba, la geografía, población, historia. Pero descubrí, aprendiendo, otras cosas y, entre ellas, la vida de Carlos Gardel, aunque no sé con qué rigurosidad se la habrá recordado. Horacio Vázquez Rial escribe con limpieza excepcional y junta los cabos con tanta destreza que no puedo menos que creer que lo que dice es cierto. De ser así, Carlos Gardel fue hombre de putas, cafisio, explotador de cuerpos que pagaban su lujo personal. En un tiempo en que aquello era común, hubiese sido difícil que él, idolatrado como era, se sustrajera a la tentación de tener su propio rebaño. Rimbaud traficó con esclavos, dirán, pero aquello no tiene que ver con su arte, ni el puterío con la música de Gardel. No deja de ser, sin embargo, extraña la posibilidad de tal ambigüedad.
Aparentemente hubo un Charles Gardés, hijo único de una meretriz francesa que llegó a Montevideo. Por circunstancias que no interesan el muchacho murió, y el hijo de un malevo de Paysandú, Uruguay, tomó su identidad para cubrirse la espalda. Gardés se transformó en Gardel y Charles en Carlos. El verdadero nombre del trovador criollo era Carlos Escayola, y el mundo lo conoció cantando.
Gardel, el único, porque el francés bien muerto está, tuvo un hijo o hija en una de sus mujeres. Este niño fue mantenido a escondidas por el padre. Egoísmo o certeza de no vivir como debiera lo hicieron. Lo cierto es que la leyenda muere en un avión de Medellín, y si vástago hubo fue nominal. Solo existió en el silencio.
Hay un momento del libro en que Gardel disgusta: cuando está con el general asesino Félix Uriburu, golpista de 1930, sus secuaces y putas. El cantor los entretiene. Ahí deja de ser artista para convertirse en clown. Y es algo que no quiero pensar.
Publicado en Opinión (Cochabamba), 30/07/1996
Imagen: Gardel-Uriburu (Fuente: La Terminal)
5 Comentarios
Gardel putero, payaso y fascista. Entretenido texto, estimado amigo. Del mosaico revisionista se amansan nuevas verdades.
ResponderEliminarUn abrazo
Uh! Pero estáo deja mucha tela para cortar. Lo malo es que eso es territorio de seres académicos como los sociólogos, los antropólogos y las costureras de barrio. Sin embargo, este modesto escriba lanusense se atreve a decir que está, como un virus o un gen, inexorablemente en nuestra argentinidad encontrar héroes que reúnan un ¨si es no es ¨de naturaleza delictiva, o una reputada adicción por las damiselas de moral distraída, o simplemente salir en fotos con personas execrables. Asimismo, estos héroes populares suelen tener un origen de pobreza y han sido tocados por la vara mágica de algún proveedor de dones especiales. Gardel y Maradona son emblemas de nuestra argentinidad. Ambos geniales, ambos imperfectos, ambos polémicos. Pero también...ambos inigualables.
ResponderEliminarExtraordinario relato, querido amigo!
Durante mi estadía en tierras argentinas me tocó escuchar varias conversaciones informales en la calle, o a bordo de los colectivos, y lo más usual era que los mismos argentinos se rieran de la desgracia heroica de ser argentinos.
ResponderEliminarMucha tela para cortar, cierto Eduardo. Comparto contigo eso de Gardel y Maradona, a pesar de todo inigualables. Cuando lo escribí, hace ya tanto, los miembros del consulado argentino en Cochabamba hicieron saber de su incomodidad. Cada pueblo, Jorge, se ríe de la desgracia heroica de ser lo que son; quizá exacerbada entre los argentinos... abrazos, amigos.
ResponderEliminarBien escrito pero no me termina de convencer la evidencia (Gardel, hombre de putas) porque, siendo adinerado, si hubiera tenido mucha prostituta y mujerero, se habría llenado de prole, legítima o simulada; segundamente, porque ya está condenado a priori, por "fascista", ergo no hace falta juicio ni tribunal; finalmente, eso de dar por sentado el que "hijo de meretriz" se da a meretrices... hmmm, ¿no será lo contrario? que el niño o niña que ha vivido esa triste experiencia, la rehuye si puede al llegar la edad adulta, especialmente si tiene dinero.
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