ROBERTO BURGOS CANTOR -.
No es fácil saber si los sucesos de la vida cuya gravedad se cubre de escándalos pueriles por el agregado que impone a la realidad su tratamiento como noticias, tengan un extremo opuesto de equilibrio. Este sería el elemento igualador del espectáculo que presenta lo nimio y ridículo en asunto de importancia.
La precaria implantación de la democracia, en Colombia, en medio del conflicto de violencia cada vez más atizada por la intervención de sujetos nuevos, viene desde hace algunos años en los sectores que se suponían núcleos de conservación y garantía de esperanza, perdiendo el juicio. O maltratando ese antiguo y sabio reclamo de señoras que dice: por favor guarde las formas.
Como va la vida política y pública, esas formas exigidas con el único afán de reconocer los gestos de convivencia, de no confundir un saludo con un golpe o un piropo con un insulto, parecen hoy abolidas por el loco propósito de gobernar (¿será gobierno?) sin controles efectivos. Esa demencia infectó a la justicia, corrompió al Congreso, y deformó a los que aún denominan organismos de control, disciplinario y fiscal, en aparatos desmadrados donde inspiraciones extrañas superan su régimen reglado.
Es curioso que este proceso monstruoso lo alientan quienes, con sus trajes sin charreteras, se autoproclaman demócratas y detestan las aventuras donde el aparato estatal subordina todo a una idea o mando.
Se puede recordar la pulcritud de los gobernantes colombianos anteriores en sus relaciones con la rama judicial. También aquella propuesta de López Michelsen, una vez elegido Presidente, cuando convenció a su partido de apoyar para los organismos de control a miembros del partido contrario. Antes de posesionarse, éste es un acto político, no jurídico.
Sin embargo la dura experiencia en la realidad actual, no admite ingenuidades. Es sabido que hay antecedentes que suscitan el temor y conducen al gobierno a protegerse.
Pero, ¿en qué consiste la protección? No parece que sea buscando cómplices para diluir el control.
Han transcurrido semanas enteras durante las cuales se discute la conformación de la terna para elegir Contralor de la República. El jefe del gobierno manifestó su preferencia sobre uno de los nombres con una frase extraña: me da garantías fulano de tal.
Peculiar manera donde la idea de las garantías no son ofrecidas por la ley sino por la persona.
Otro nombre de la terna contó con el apoyo de un Presidente anterior que abandonó su noble entrega a las artes plásticas para gastarse en ejercicios de campanario.
No hay que mencionar más intervenciones en la pobre puja porque son tan pecaminosas y pobres como las nombradas.
Raro país que aspira a modernizarse aferrado a sus polillas de velas de sebo.
Ojala pronto, recibamos la buena nueva del fin del conflicto armado y un aire renovado traiga risa, crítica y libertad.
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