ROBERTO BURGOS CANTOR -.
Destino extraño el de las palabras.
En ocasiones muestran el tono de una época. En otras repiten cansadas cantilenas de campanas rotas. Encubren. Revelan. Muestran. Palabras del sigilo o del escándalo. Resuenan o se pudren. Circulan como monedas viejas y gastan su emblema. O como monedas recién acuñadas sorprenden al tacto, obligan a mirar su relieve, o la cifra desvalorizada.
También, las palabras escapan de un ámbito específico, las ciencias, el amor, la naturaleza, un sueño de niños, y terminan por impregnar, sin la misericordia de una metáfora, cuanto deba nombrarse en el mundo. No siempre para bien. Ni para embellecer. Ni para fundar pactos de fraternidad. Tampoco para alejar los odios, las añejas intemperancias de motivos deleznables.
Ocurre por estos días. En muchas regiones de la tierra porque decidieron matarse más allá del hartazgo. Crimen sin nombre para destruir la diferencia. Y después no saber que hacer con esa vana igualdad que terminará por destruir este artificio bajo el peso de un aburrimiento incurable. Pobre espejo sin imagen.
En Colombia, empeñados como estamos en organizar un respiro de aire distinto para aprender de abrazos, es notoria la contradicción. Con entusiasmo irresponsable o bajo el reflejo de un lastre de años no hacemos el esfuerzo de encontrar las palabras apropiadas. La persistente obsesión de Flaubert por la precisión. Decía el encarnizado pescador de la palabra justa que la precisión es la poesía de la prosa.
Sin duda la poesía una llave de nuevos sentidos, un exorcismo contra las servidumbres del pasado, una libertad para la esperanza y su aliento de renovación.
Así leemos en flamantes titulares: Golpe a tal enfermedad. Ya no se curan, no se alivian los males del cuerpo sino que se golpean.
Otro: Un argumento contundente. En qué momento cambiamos el interesante proceso intelectual, juegos de inteligencias, por la grosera solución del garrotazo. O discutir con martillos. Peor: seducir con mazo.
Y: Esta ley sale blindada. O el concepto científico, jurídico, estético. Se predica para exaltar su bondad una forma burda del dogma infalible. Por qué demonios o por qué arcángeles una elaboración humana, intelectual, debe tener como sello de garantía del rigor, lo mismo que un tanque de guerra, o un automóvil de mafioso. Es inatacable, agregan. Curiosa idea la de llevar a una fábrica de blindaje a las palabras.
A lo mejor este es un espacio que la guerra ha ganado en su avance de batallas, asaltos, más muertos. Una detestable imposición del desafuero bélico a los actos de la vida civil o la vida personal y que sin darnos cuenta nos deforma, mina los sentimientos que se van quedando sin expresión propia. Entonces se amenaza a la amada con que te voy a matar a besos. Besos balas artillería que destroza el deseo. Y la sonrisa del perdón?
0 Comentarios