Nunca antes se había logrado un espacio severo de reflexión para restablecer la convivencia de acuerdo a reglas que acerquen a la sociedad a una ampliación de la democracia más allá de la mezquina contabilidad electoral con sus perversiones todavía sin erradicar.
No en balde se han mal vivido años durante los cuales el conflicto armado se clasificó, por parte de los gobiernos y sectores interesados, en un mero asunto militar, y también en un exótico objeto de estudio para investigadores foráneos y criollos.
Ahora ha sido un acto de inteligencia y sensatez política, tan escasa, reflexionar entre las partes en conflicto, una historia que recorra la génesis, el desarrollo, las variaciones de esta larga guerra cada vez más cruel y más salida de madre.
Una de las presencias de incalculable importancia y que muestra la delicadez y rigor con que se reflexiona en La Habana, es la de las víctimas. Poner frente a frente a quienes viven las vigilias del dolor con quienes lo causaron, no para realimentar el reconcomio de lado y lado, sino para lamentar y perdonar, perdonó Job a su Dios encabronado, es un hecho ejemplar y memorable.
Es posible que su símbolo sea la señora Turbay. Su digna postura, la precisión de sus palabras, sin regateos menores, el cuidado relicario de sus lágrimas, y los muertos irredimibles de su familia, son desgracias que muestran los valores de la redención y la generosidad reventando la circunstancia personal.
Ella es además una muestra de cuánta curación requiere Colombia. De otra manera nadie puede dudar que debió ser ella eso que los periódicos llaman el personaje del año. Las víctimas como personaje este año, con el rostro de Turbay que puede representarlas, o cualquier otro. Pero no, queremos que James siga de modelo de calzoncillos. No es reprochable, pero eso tiene un lugar. Quizá el viejo partido de López Pumarejo y Gaitán, con miembros como la señora Turbay, pueda recuperar sus ideales. Ahora que algunos proponen un legislativo transitorio para refrendar acuerdos de paz surge una digna respuesta. ¿Si el Congreso actual es legítimo por qué inventarse otro, ad hoc? Bastaría con crear unas sillas en el actual, transitorias, para las víctimas, y que ellas refrenden, tienen la legitimidad y el perdón.
Si el tema del año será la paz, la tarea que viene es enseñar qué es paz. Por ahora seguimos hablando de la venganza. Aún bajo las formas civilizadas de encauzarla. Y el asunto no es simple. Años de guerra han corrompido el alma. Hay que leer el libro del capitán Lozano para comprender con la grandeza que requiere terminar de hacer una nación. A veces aceptar el fracaso educa.
Mi amiga Elisa Fenoy dice que el 15 en la numerología es la niña bonita.
Esperemos que este 2015 traiga a cada quien su niña bonita. Espanta los ladridos. Y a Colombia la paz.
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