MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ -.
Lo he buscado inutilmente entre las obras de Joseph Cornell. Creí que
ahí estaba, junto a sus otros hoteles fantasmagóricos: du Nord, de la
Mer, des Trois Rois, Blue Star, Bon Port… Tampoco lo he encontrado en
las andanzas de otro vagabundo de Le Havre: Pierre Mac Orlan. No puedo
recordar ahora en qué hotel estuvo Baroja en 1940, cuando intentó irse a
América, si es que lo dijo, y paró en un Le Havre lleno de refugiados y
de gente que quería huir a toda costa. El hotel lo redujeron a ruinas
en 1944.
No recordar empieza a ser una molesta e inevitable regla del juego a la que aún puede sacársele algún partido.
Hotel Frascati. Ahí era donde buscaba refugio Céline (1935: correcciones de Mort à crédit
propias del encaje de bolillos) y desde donde le escribió a su amigo,
el pintor Henri Mahé, decorador de burdeles de lujo entre otras cosas y
autor de una obra, original cuando menos: La brinquebale avec Céline (se acaba de reeditar en la colección Céline & Cie, de la editorial Écriture):
“Al envejecer, verás lo que queda. Nada. Aparte de la violenta pasión de
pulir, prima de la muerte”. Pulir, corregir, perfeccionar… hay que
tener paciencia y creer mucho en lo que haces porque ya vas cayendo por
el aliviadero.
Al envejecer… eso sirve de golpe de espuela a D’un château l’autre,
cuando el escritor se dice que a los 63 años no es fácil volver a
situarse, hacerse de nuevo con una clientela (¿solo de médico?), salvo
que se tenga encanto personal, gracia. Solo que pasados los sesenta el
encanto personal tiende a esfumarse. O tienes dinero o careces de
encanto alguno y harás mejor en meterte en tu perrera, en tu cubil, si
lo tienes… Ahí puedes piarla todo lo que quieras y considerar que ya
total, hagas lo que hagas, no vas a conseguir sino empeorar las cosas.
Es un texto de hace cuatro años, todavía no incluido en ningún dietario, para mí tiene relación con el titulado Ganbara y esa manía de reunir las piezas desparejas del rompecabezas de la propia vida... Amén, o lo que sea costumbre.
1 Comentarios
Rompecabezas de una vida, vitrales rotos de una catedral laica, la propia, la del orgullo y la espada.
ResponderEliminarAbrazo fuerte, querido amigo.