La muerte de Zarqawi


CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.

Uno de los tantos engaños de la administración Bush es intentar hacer creer que la muerte de un individuo, al-Zarqawi en esta ocasión, cambia el curso de los acontecimientos. Sucedió antes con los hijos de Saddam Hussein, con la captura de éste y circunstancias similares en Irak y Afganistán. La prominencia de personajes está dada por una campaña de desvirtuación de lo que en realidad es un proceso insurreccional. Parte de una falsa y en extremo simple premisa, muy adecuada a la escasa profundidad de análisis de la mayoría de la población norteamericana, que explica cualquier reacción a algún accionar de los Estados Unidos como producto de conductas erráticas y antisociales. No se mira el problema en su complejidad; su reduccionismo reconoce dos clases: los buenos y los malos; prédica falaz y destructiva que se aplicó bajo la instructiva del norte en las dictaduras latinoamericanas.

Arma de doble filo. El endiosamiento de un oscuro Zarqawi, el hombre que lucha solo contra el gigante, indica que al deshacerse del sujeto se termina el conflicto, pero también crea el mito.

Cada vez que el gobierno de Georgie cae bajo la mira sucede algo "importante", se descubre algo o se elimina a alguien; la muerte de Zarqawi cabe precisa en un declive de la popularidad del presidente, reanima a sus huestes y eleva su crédito entre un gentío que se maneja con colores para indicar el grado de peligrosidad del día a día. Como escribe una niña iraquí en un blog, Zarqawi fue la invención de los Estados Unidos, igual que Saddam y Bin Laden. Cuando los sirvientes se tornan innecesarios se inventan castillos de naipes para esfumarlos pero, retornamos a lo mismo, la historia no se rige, y menos se manipula, por la infantil (y demoníaca) manera de pensar y actuar de este país. Lo triste es vivir en él observando que hay gente muy capaz cuyo peso es mínimo en medio de una recua de asnos. Basta ver a los "guardias privados", asesinos a sueldo, 25000 en número hoy, que actúan impunemente en Irak, no suscritos a ninguna regla militar, con carta blanca para el crimen. Estos mercenarios que bien merecen ejecución se dedican a filmar videos de sus homicidios con música de Elvis de fondo, producto de la peculiar idiosincracia de un grupo humano que habita el sueño de los juegos de computadora, el heavy metal y la música country, idolatra a Dios, se droga, cree en la supremacía blanca, experimenta el placer de embrutecerse con violencia, Biblia y alcohol, y que adora levantar murallas ante un México listo a solazarse con sus restos.

18/06/06

Publicado en Opinión (Cochabamba), junio, 2006

Imagen: Abu Musab al-Zarqawi

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