PABLO CINGOLANI -.
Todo el statu quo se ha sorprendido con la victoria de Donald Trump. Lo que el statu quo no quiere reconocer es que, más allá de las bravuconadas del ahora presidente electo de los EE.UU., lo que votó el pueblo norteamericano no fue a favor o en contra de esas bravuconadas del susodicho (y menos por las hipocresías de la Reina Demócrata), lo que voto el pueblo norteamericano es por una serie de promesas (decirle programa es demasiado), una serie de “verdades” que conectaron con ese pueblo –como cualquier pueblo- jodido con el neoliberalismo a ultranza, la globalización salvaje y la falta de respuestas a sus expectativas como pueblo. Igual que en el Brexit.
Lo que también sucede –y esto lo digo yo- es que la coyuntura actual del imperio se parece mucho a la vivida por los mismos EE.UU. a partir del crack de 1929 y que dio origen a lo que se llamó La Gran Depresión. ¿Quién fue el artífice de la salida de la mayor crisis, hasta ahora conocida del capitalismo (hasta que vino la crisis del 2008)? Se llamaba Franklin Delano Roosevelt. El presidente de los EE.UU. más popular de todo el siglo XX.
¿Qué hizo Roosevelt frente a los estragos sociales de ese capitalismo salvaje e indomable que domina/ba (hoy) al mundo? Pues lo que se llamó el New Deal (el Nuevo Trato). ¿Qué fue el New Deal rooseveliano? Pues implantar (e imponer contra el establishment liberal, incluido) una política proteccionista del trabajo y la producción made in USA. Para el pueblo, lo que es del pueblo: EE.UU. le debe a Roosevelt haberse convertido en la potencia hegemónica mundial durante el siglo XX, incluyendo la victoria sobre su archienemigo planetario, la URSS.
Resulta que si somos capaces de salirnos de la telaraña de mentiras que tejen los medios, la publicidad y el establishment actual de ese capitalismo financiero, más voraz y más irreal aún que el capitalismo industrial que dominaba la Tierra en los años 30s, esas “verdades” de Trump se parecen demasiado, se parecen en la perspectiva de recuperar un liderazgo (perdido) por los EE.UU. y, a la vez, pan-pan y al vino, vino, de dar trabajo a los hombres y mujeres del pueblo de Norte América, se parecen, insisto, a ese New Deal de Roosevelt, hoy elevado al panteón de los héroes nacionales de ese país llamado USA y que nos jodió la vida siempre. Por imperialista.
Es que ese New Deal de don Roosevelt parió, volvió a parir, al Leviatán, a la potencia mundial, al mejor representante de lo que Lenin había definido como la etapa superior del capitalismo, el dichoso imperialismo. ¿Qué pasó con nuestros países, qué pasó con el Patio Trasero? A la larga, se impuso el mismo proceso. Es decir, el nacionalismo económico norteamericano terminó forzando a que nosotros, por nosotros mismos, asumiéramos la misma actitud y las mismas políticas: proteccionismo, nacionalizaciones, derechos laborales, justicia social y dignidad para el pueblo oprimido. Eso fue el ciclo de los llamados nacionalismos revolucionarios, encarnado, como nadie, en la figura de Perón y su movimiento social-político en la Argentina, pero que también estuvo representado por Getulio Vargas en Brasil o la Revolución Nacional en Bolivia, y más tardíamente pero con la misma matriz, los gobiernos de Torrijos en Panamá, Velasco Alvarado en Perú y Salvador Allende en Chile.
El “volvamos a hacer grande América” de Trump rompe con el neoliberalismo de libre mercado a ultranza, manda un guiño a Putin en la pelea intercapitalista contra los chinos, y nos deja a nosotros, los sudacas, los espaldas mojadas, en stand by, fuera de juego.
Si el señor Trump cumple con sus promesas, nosotros, una vez más, dejamos de existir. Por más saludos que el ultra liberal de Macri le mande por su twitter, si el New Deal esbozado por Trump en su campaña –de ahí, su victoria, de ahí los votos-, nosotros no existimos, por no haber profundizado un proceso de New Deal, al uso nostro. ¡Viva Perón y viva Evita, carajo!
Aquí surge la paradoja, esa que las derechas vernáculas no van entender nunca porque son lacayas del simbolismo y la cultura imperialista y no leen la realidad-real: un gobierno Trump, un gobierno proteccionista, no sólo puede blindar a la Venezuela chavista –siguiéndole comprando el mismo petróleo de siempre y más petróleo aún- sino que puede fortalecer al gobierno del Presidente Evo, en una lógica horizontal nunca jamás vista.
¿Por qué? Porque lo que ha expresado el voto popular en EE.UU. es el deseo de un Proceso de Cambio propio. Y aquí, gracias a Dios y a los Apus, el Proceso de Cambio y el New Deal a la boliviana, empezaron hace diez años. El MNR de la Revolución Nacional encontró un modus vivendi con los yanquis: fue entregarles la revolución en bandeja. De allí, la ayuda norteamericana, desde el principio. De allí, el fracaso de la RN.
Hoy, Bolivia, se encuentra a sí misma en el mejor momento de su historia. Más allá de la crisis global –que, insisto, parió el Brexit y a Donald Trump-, Bolivia, la Bolivia evista, ha potenciado al estado como nunca antes –hoy, maneja el 40 % de la renta nacional, y eso es un mérito indudable de las políticas nacionalistas de Evo Morales.
Hoy, Bolivia es un ejemplo mundial de cómo, sin guerras, sin en el enfrentamiento de clases por el mero hecho de que se enfrenten, sin la paja del marketing y la publicidad, se puede construir, comenzar a construir, una Patria inclusiva, una Patria para todos. Evo ha cumplido. Evo lo hizo.
Si Trump se anima a iniciar un Proceso de Cambio en sus EE.UU, bienvenido por el propio pueblo norteamericano. Bolivia, que ya tiene diez años trabajando en el asunto, que inauguró la era de “los procesos de cambio” a nivel mundial (me gusta esa palabra, proceso de cambio, dijo el Papa Francisco, en Santa Cruz de la Sierra), puede, de igual a igual, colaborar con EE.UU. con sus propias políticas, las políticas de la era Evo.
¡Bienvenido el siglo XXI! A nivel voto, acaba de empezar en los EE.UU. El “proceso de cambio” a la norteamericana es el mandato de ese voto. Ojalá Trump cumpla con ese mandato. Nosotros, desde esta pequeña y gran nación del mundo que se llama, orgullosamente, Estado Plurinacional de Bolivia, estamos dispuestos a asumir el reto. Bolivia para los Bolivianos, fue siempre el grito de Evo. El mismo que Trump lanzó para su pueblo. Ojalá lo cumpla, como Evo lo hizo.
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