MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
1.- “Seguramente es la atmósfera lo que le echa de aquí”, escribe Franz Kafka, en El Proceso (conversación
entre K y el pintor). Solo que en lugares banderizos, cainitas, regidos
por la ortodoxia y la intolerancia, donde la disidencia está mal vista,
lo que para unos es una atmósfea respirable a pleno pulmón, a otros les
resulta asfixiante. Si a lo anterior añadimos las formas más
cuarteleras del patriotismo, el gas mostaza lo tenemos servido.
2.- – Hay gente espantosa ahí fuera…
– Cierto, no salgas, no te expongas, nadie te obliga a frecuentar su trato.
– Ya, pero, el público…
–Ah, mira, con que se trataba de eso...
– Cierto, no salgas, no te expongas, nadie te obliga a frecuentar su trato.
– Ya, pero, el público…
–Ah, mira, con que se trataba de eso...
3.- El uniforme no te hace (o no debería
hacerte) estar por encima de la ley, pero si el juez sirve más a la
autoridad y a su violencia que a la justicia, y simulando esta encubre
sus abusos, date por perdido.
4.- Autoridad no es sinónimo de justicia. Cuando así sucede, el abuso está servido.
5.- “La autoridad me es insoportable, la
dependencia invivible, la sumisión imposible”, lo dice Michel Onfray, al
comienzo de su Política del rebelde (Tratado de resitencia y de
insumisión), y recoge los doctos aplausos de la cátedra, como se te
ocurra decirlo a ti, te espera el abucheo, y puedes estar contento de
que no te procesen por sedición.
6.- El respeto a la autoridad esconde el
miedo y el gusto por ser sometido. Cuando el contrato social se hace
“contrato leonino”, el respeto a la autoridad no es sino sumisión.
7.- El respeto a la autoridad sobre el papel no es nada, la prueba de fuego es cómo respondes a sus abusos.
8.- Con la amenaza del código hecho
recortada te pueden exigir respeto a la autoridad, algo en la práctica
irremediable, pero que te obliguen a aplaudir es un abuso y una
humilación, tanto como hacerte besar la correa con la que van a
zurrarte.
9.- Vives en un país del que dices que te
gustaría irte, pero no puedes, ni tienes los medios ni la edad, estás
atrapado, lo que ya de viejo pudo hacer Mateo Alemán a ti, leyes de
inmigración y burocracias diversas ayudando, a ti te está en la práctica
vedado. Pero si sientes la tentación de aceptar ese trago amargo que te
ofrece Kavafis con sus versos
la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.*
Acuérdate entonces de lo que te decía Coluccini, un día que anduvisteis por la parte de Balcarce: «¡Uuuh, nunca se entregue! Yo soy un viejo rutero. Siempre hay una última maniobra, un golpe de volante, un rebaje, un algo… ¡Pero nunca el freno! ¡Usted pise el freno y está perdido!.
la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.*
Acuérdate entonces de lo que te decía Coluccini, un día que anduvisteis por la parte de Balcarce: «¡Uuuh, nunca se entregue! Yo soy un viejo rutero. Siempre hay una última maniobra, un golpe de volante, un rebaje, un algo… ¡Pero nunca el freno! ¡Usted pise el freno y está perdido!.
* En traducción de José María Álvarez.
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