Miguel Sánchez-Ostiz
De las cosas que más me gustan del callejeo paceño son los corros de pajpakus, los charlatanes callejeros, vendedores sobre todo de lo improbable. El que había reunido al corro de la imagen vendía un remedio para purificar los riñones y hacer que los pies no tuvieran olor hediondo, algo que era muy aplaudido por la concurrencia. Un remedio mucho mejor que los emplastos de grasa de víbora, de oso o de araña... ¿Grasa de araña? No sé, pero el pajpaku lo afirmaba con autoridad, exhibiendo no sé qué bichos metidos en alcohol en viejas botellas sobaqueras de whisky. Se ayudaba de un muñeco anatómico articulado y sobre todo desarticulable con cuyas vísceras en la mano emocionaba a un público entregado, participativo, dispuesto a creer en lo que sea y alejar de sí la hediondez.
*Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (21/8/2017)
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