Miguel Sánchez-Ostiz
Ahora no recuerdo con precisión si fue el crítico Bernard Frank (un incondicional de Modiano por otra parte) quien hablaba de que cada nuevo Modiano era el mismo Modiano. No es la primera vez que Modiano recurre a esos «recuerdos durmientes» que un día, como jirones de un sueño inquietante regresan a la superficie e invitan a darles sentido. Poco de nuevo entonces, como de costumbre, en Souvenirs dormants y sin embargo algo te lleva a no abandonar el caminar sonámbulo del autor en una niebla de recuerdos, menos espesa de lo que se presenta, hasta la última página, tal vez porque esos recuerdos durmientes que afloran, al hilo de un encuentro callejero o del hallazgo de una anotación en un papel olvidado, pueden ser los tuyos: gentes que Modiano conoció en su juventud desarbolada y que pudieron destruirle de no haber conseguido escapar. La necesidad de escapar de las relaciones de ocasión sería el hilo conductor de esta deriva: cómo salvarse de los encuentros azarosos que pueden acabar contigo. Gente que conociste en el pasado y que llevaba la ruina o la muerte consigo, la de la historia de Modiano y la de la tuya. Basta haber rozado la desarboladura existencial para saberlo.
*Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (3/11/2017)
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