Homero Carvalho Oliva
En un artículo de Javier Marías, titulado El peor de todos los tiempos, recogido en el libro Mano de sombra (Alfaguara, 1977), el novelista y periodista español pone en evidencia “un panfleto” contra él y no se resiste a celebrarlo ante sus lectores. El artículo habla de sus más de 25 años como escritor y afirma que, a lo largo del tiempo, alguna gente ha tenido la bondad de concederle algunos premios y que muchas son las críticas que ha recibido, “en general más positivas que negativas. Tampoco me han faltado ni me faltan enemigos entre mis colegas escritores, en la prensa, entre críticos, editores…”, yo agregaría que estos enemigos están en cualquier actividad que realicemos, aunque ni siquiera nos conozcan.
Luego nos comenta que el libelista estaría en condiciones de demostrar “falísimamente” que es “el peor escritor de todos los tiempos”, no de su generación, ni siquiera de España, sino de “todos los tiempos”, asimismo y escrito en “tono furibundo e histérico”, tal como escriben los que creen que su misión en el mundo es odiar al otro; sin duda alguna un exceso contra el autor de Vida de fantasma, Los enamoramientos y otras obras que han estado en la lista de los mejores libros. Sigue informándonos que el ejecutor de la infamia intentó acercarse para pedirle algunos favores. Recuerdo que, cierta vez, una persona buscó a mi padre para contarle que un fulano estaba hablando mal de él; mi padre, sonriendo, le respondió: “Qué raro, no recuerdo haberle hecho ningún favor”. Acuérdense de los que han ayudado y luego les sacan el cuero.
El infamador no solamente acusa a Marías “de todo tipo de “aberraciones sintácticas, gramaticales, estilísticas y narrativas”, sino que, como siempre lo hacen estos sujetos, se mete con su familia y sus amigos. Me trajo recuerdo a las habladurías que recibimos cuando logramos algún éxito por muy efímero que sea, ya sabemos que para esta gente el éxito es imperdonable y esos embustes ahora en las redes sociales han tomado el muro de los canallas. Para concluir, Marías ironiza contra “el espíritu burocrático, cuadriculado y antiliterario” del libelista y concluye: “Pero en fin, comprendo que no se puede tener todo. Ya me doy con un canto en los dientes de haber conseguido, al cabo de un cuarto de siglo, la condecoración mayor a que todo escritor aspira: un odiador privado”. Lo mejor es ignorarlos, no hay nada que odien más que vernos felices y hacerles algún favor de vez en cuando.
*Publicado originalmente en periódico El Deber (Bolivia) 22/1/2018
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