Aldo Alcota
Gol de oro.
Nibaldo Acero. Narrativa. Los Perros Románticos Ediciones. Santiago de Chile.
2017.
EL
PARTIDO DE LA INGOBERNABILIDAD
Para
Roland Barthes, el brío del texto estaría en su voluntad de goce: “allí mismo donde excede la demanda,
sobrepasa el murmullo y trata de desbordar, de forzar la liberación de los
adjetivos –que son las puertas del lenguaje por donde lo ideológico y lo
imaginario penetran en grandes oleadas-“. Esa alusión del teórico francés perfectamente
podría describir la escritura de Nibaldo Acero (Santiago de Chile, 1975), y la
energía y el derrotero de Gol de Oro,
su nueva novela (o no). Porque su forma de narrar va más allá de lo que pudiera
ser la configuración de una novela. Existe un enérgico derrame en el lenguaje y
ritmo, mezcla de hablantes y géneros. Acero deconstruye la dura realidad en la
materia del texto: a sus pedazos les exprime ese violento sudor, concentrado
por largo tiempo en la oscuridad y decide arrojarlo como una lluvia de palabras.
Esa fuerza al caer como gotas, es un ideario a favor de la esperanza, algo que
no se rinde.
El
registro literario de Acero vive un desbordamiento salpicado de poesía (“las conexiones con la alta poesía” a la
manera de Vila-Matas). Un partido de fútbol es a la vez un campo de batalla y una
declaración de principios: la defensa por la dignidad humana. “El partido se hace cada vez más brutal”;
en esa adjetivación empleada por el autor se concentra la sustancia de toda una
historia nacional. “Toda bandera es un
río de sangre”, escribía la poeta Stella Díaz Varín. Aquella competencia
deportiva es la metáfora de un Chile fracturado, dañado y ultrajado en sus
aspiraciones colectivas y en los proyectos personales de miles de chilenas y
chilenos. Hay una herida en la cancha que pide un momento épico; una pugna, una
especie de La Araucana del fútbol. Está
en juego la justicia social y se lucha por ella. Gol de oro es un manifiesto sobre la libertad.
La
despedida de Carlos Humberto Caszely en 1985, en el Estadio Nacional, da inicio
a Gol de oro. Caszely, una figura más
que esencial en el deporte nacional, imprescindible en el imaginario colectivo:
aquel que no saludó a Pinochet antes de partir al Mundial de Alemania 74; aquel
que participó en la campaña televisiva del plebiscito del 88 y dijo que votaría
“no”. Todo comienza con la despedida
del ídolo en el Nacional, lugar de dichas y desdichas para muchos. Los
recuerdos de un futbolista, ex estudiante de pedagogía y poeta, colisionan y se
mimetizan con la pasión de un comentarista radial, ante ese inolvidable partido
entre el oficialismo local (la
dictadura) y el equipo de todos (el
pueblo oprimido). El narrador cambia de voz y el balón de la memoria pasa de un
sentir a otro. Se origina entonces una tensión casi musical tras el esperado
gol. Aquel Segundo tiempo, nombre de
la primera parte del libro, presenta una metáfora de los sucesos acaecidos a
mediados de los ochenta, hasta la vuelta de la “democracia”. Hay homenajes a
Gladys Marín, Sola Sierra, Cecilia Magni, Clotario Blest, Pierre Dubois, quienes
participan en ese duelo deportivo para vencer a sus despiadados rivales,
representados por Miguel Krassnoff, Onofre Jarpa, Osvaldo Romo o Jaime Guzmán.
Posteriormente,
Gol de oro pasa a un capítulo sobre
la niñez del narrador, Des-cuentos, una
autobiografía futbolística como la
define Acero. Las vivencias de un niño de Calera de Tango desencadenan humor,
drama, rabia, violencia, nostalgia, derrota, apología a la amistad, alegrías y
tristezas en la profundidad emocional de un país hundido en el silencio y la
inclemencia. Des-cuentos posee un
ambiente de riqueza alucinatoria, casi de película de Fellini, un Amarcord del sur del mundo. El capítulo
final lleva el nombre de Alargue.
Aquí entra la furia, el delirio y la finalidad es lograr un triunfo digno para
el equipo de todos. El partido sale
del estadio para definirse en la calle, una apoteósica pichanga recorriendo
Santiago, apoyada por el desacato de estudiantes, mineros, artistas, mapuches, con
el fin de llegar a Valparaíso, a las puertas del Congreso: “Estamos ya frente a esta inmensa y vacía estructura, el gran arco,
defendido por decenas de estrellas que han abrazado el servicio público”.
Todo se convierte en una especie de revolución. Ese “millón de nadies”, desconfía del nuevo Estado y sueña poder marcar
ese gol tan esperado para ganar. La libertad guiando al pueblo, como el cuadro
de Delacroix, tras una pelota que proyecta un nuevo Chile.
Hay
momentos de potente ironía surrealista como en el Segundo Tiempo: “El árbitro
pide cambio de balón, el que se realiza rápidamente, mientras el pasapelotas
deja el cráneo / pelota detrás de un estático publicitario de AFP Provida”.
La corporalidad es un tema planteado bajo diversos ángulos: atraviesa lo
grotesco, la tortura, los abusos sexuales, la mutilación. Gol de oro nace con un segundo tiempo; el primero es aniquilado y
sometido a un vagabundeo espectral,
limbo histórico sin páginas. Porque gran parte de la población no tuvo
acceso a jugar esos iniciales cuarenta y cinco minutos. Un partido desmembrado
en su origen. Un cuerpo / nación agredido por la desgracia política. O citando
palabras de Sayak Valencia Triana, una necropolítica o “gestión de la gubernamentalidad a través de la muerte”.
Acero
honra a todas esas heroínas y a todos esos héroes que no perdieron la confianza
en devolver a Chile la sonrisa. Se palpa esa admiración hacia comentaristas
radiales como Vladimiro Mimica o Claudio Palma; y hacia las barras apoyando a
su gente, a su equipo, a Caszely, doblando con sus cánticos, saltos y barricadas
la mano controladora de la autoridad. Las barras y las gradas como expresaba
Lemebel, son “ese lugar de
ingobernabilidad”.
Gol de oro
invita a no perder las utopías. El juego sigue y aún no se escucha el silbato
final.
2 Comentarios
Una joya de reseña, querido Aldo. Quedan todas las ganas de leer el libro de Acero.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande
Abrazos querido Jorge. Gracias por tus palabras!
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