Miguel Sánchez-Ostiz
Hay artículos que los escribes con asco. Este por ejemplo. Hay algo que se me escapa o que no entiendo bien en este desdichado asunto de la prisión eludible bajo fianza de la Manada (una libertad provisional en la práctica). No entendí la sentencia y no entiendo la resolución de este incidente. Tal vez porque, como mucha gente, me esperaba una condena más severa y por otro delito, el de violación que tiene una acogida complicada en nuestro Código Penal. Una cosa es que el tribunal pueda hacer lo que ha hecho, con la ley en la mano, y con un espíritu garantista y unas explícitas referencias a derechos constitucionales, difíciles de comprender para quien no es un profesional del Derecho, y aun así, y otra que hubiese negado esa libertad, con la ley en la mano también y fundamentos sólidos, como los que asisten al magistrado discrepante que recalca algo evidente, como es que el delito por el que se les condenó es muy grave y que la víctima puede quedar desprotegida.
La perplejidad, indignación y rechazo frontal al auto judicial no han sido solo callejeros o políticos, sino que también el mundo de la Justicia y el Derecho ha manifestado su disconformidad. Se impone una reforma clarificatoria del Código Penal acorde con la sensibilidad social hacia las agresiones sexuales y una decidida política de persecución de estas.
Las medidas de seguridad impuestas a los excarcelados son de verdad aleves y para imponerles una fianza de 6 000 euros hubiese sido menos grotesco no haberles impuesto nada. El riesgo de fuga puede que no sea grave, pero en cuanto a su arraigo familiar y social, como se refieran al mundo desde el que han recibido apoyos, suena a guasa. No pueden entrar en Madrid, pero pueden acudir a Sanfermines… o a cualquier otra fiesta veraniega donde tal vez no van a ser acogidos como indeseables, sino como fenómenos mediáticos. No creamos que la sociedad en la que vivimos con nuestros iguales o parecidos es la única posible: hay otras burbujas, hay otra gente de otros mundos que están en este con quienes la convivencia pacífica resulta poco menos que imposible.
Por mucho que haya colgado la toga hay algo en este asunto que me invita a la indignación: la lotería de la administración de justicia, los evidentes agravios comparativos –¿por qué estos asociales están en libertad y los muchachos de Alsasua en la cárcel?–, la gravedad de los hechos y su trascendencia social, con o sin apoyo mediático, la discutible valoración de las pruebas practicadas, el perfil psicológico de los acusados y condenados en primera instancia –que induce a estimar peligrosidad social, se conozcan o dejen de conocer sus caras–, reflejado en múltiples y bochornosas manifestaciones que han salpicado las redes sociales en estos dos últimos años…
Podemos manifestar nuestro rechazo y frustración en las calles, pero me temo que fuera de hacernos oír no vamos a conseguir que regresen a prisión ni creo que de esa forma se venza la mano de los magistrados a la hora de firmar una sentencia condenatoria en segunda instancia por la que deberían regresar a prisión para otra temporada (no muy larga). Quedó dicho: una cosa es lo que nos gustaría que fuera y otra lo que es.
El tribunal los deja libres porque son conocidos y ve «impensable» que vuelvan a atacar. Por lo mismo, con idénticos fundamentos, pueden hacerlo habida cuenta de la excelente acogida que han tenido en el medio en el que viven, donde se pide sin recato la prisión de la víctima. Este es un problema jurídico, penal, social, cultural y educacional, de mentalidad no ya machista, sino de una carencia de instrucción tan llamativa como lamentable. Si lejos de la sensibilidad social se dice que están los jueces que los han puesto en libertad, más lejos de esa calle por la que circula el feminismo y todas las formas de progresismo social están los que les han acogido a la Manada con los brazos abiertos como héroes y víctimas de un sistema que no los entiende, a ellos, tan remachos. Lamentablemente no son pocos los que apoyan a la Manada y piensan no ya que son inocentes, sino que solo se divirtieron, como de costumbre, con burundanga o sin ella, con cloroformo, con tragos… como bestias.
*Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (24/6/2018)
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