Concha Pelayo
Anoche me perdí un concierto de Paco Ibáñez en el incomparable marco de la Catedral de Zamora. El concierto, auspiciado por el ayuntamiento, era gratuito y en la plaza, unas mil quinientas personas. Aunque desde el primer momento sabía de este concierto, no despertó interés en mí porque, sinceramente, apenas recordaba a este cantante pese a que, según parece, somos de la época aunque él, algunos años más que yo. Mi sorpresa, al día siguiente, es que mucha gente y amigos de mi época no se lo perdieron y hoy, al leer la prensa me doy cuenta de que me perdí algo grande y que, además, las canciones de Paco Ibáñez forman parte de mi propio pensamiento. Pero como yo soy muy testaruda y me pregunto constantemente el porqué de las cosas he intentado averiguar por qué mi falta de interés por este cantante. Y creo que he encontrado las razones. Como he dicho alguna vez, fui una niña educada en el franquismo, hija de un padre franquista y ejerciente del franquismo. Es decir yo vivía en una “dictablanda” aunque según me fui enterando después, vivía en una dictadura. Oiga, para mí desapercibida; como aquel niño, amiguito del niño del pijama de rayas que no sabía lo que ocurría al otro lado de las vallas, ¿recuerdan?. Pues bien, yo crecí sin que nadie me inoculara ningún sentimiento de odio hacia el dictador. Además, lo veía siempre en la escuela, sobre la pared principal, en un retrato junto al Crucifijo y José Antonio Primo de Rivera. Vamos, como si de la familia se tratara. Pasaron los años, y allá por los 20 míos, fui a estudiar a Madrid Secretariado de Dirección, a una escuela privada de la Calle Claudio Coello, muy cerquita de donde mataron a Carrero Blanco. Mi residencia de monjas josefinas estaba en la Calle Martínez Campos. Mi recorrido desde la Residencia hasta la escuela cuando el buen tiempo permitía ir a pie, era descender por Martínez Campos, llegar a Castelar, seguir toda la Castellana hasta Goya y ya, enseguida Claudio Coello. Durante los tres años que duraron mis estudios en Madrid, mi vida se desarrolló por esta zona madrileña. Ahora sé que mis amigas y compañeras de aquella época pertenecían, también, al régimen franquista. Espero que el lector intuya que nada en mi ambiente hacía suponer que hubiera resistencia u oposición al régimen. Todo era apacible y sin sobresaltos pese a estar en los años 64, 65, 66. Recuerdo que una primavera surcaban el cielo de Madrid aviones con unas banderolas desplegadas que decían: 25 AÑOS DE PAZ. ¿Quieren creer que yo no supe entonces a qué se refería aquel mensaje? Terminados mis estudios regresé a Zamora a seguir mi vida tranquila y apacible. Tuvieron que pasar los años, morir el dictador y tomar conciencia de mi misma para saber lo que había sucedido en España durante cuarenta años. Más adelante, cursaría estudios de Sociología lo que me permitió despertar a tantas cosas como había ignorado hasta entonces. En mis años de bachiller no conocíamos ni a Neruda, ni a León Felipe, ni a Alberti, ni a Miguel Hernández, ni a Lorca…porque nadie nos hablaba de ellos ni figuraban en los libros de texto. Y aunque yo era una gran lectora, mis lecturas no iban por la cosa política. He ido creciendo íntimamente gracias a la observación, a la reflexión, a saber pensar por mí misma, a la lectura de diferentes pensadores... y de todo este proceso me he convertido en alguien independiente que prescinde de ideologías aunque las distingo unas de otras, que prescinde de partidos políticos aunque estén ahí para nuestra desgracia. Probablemente, cuando Paco Ibáñez, socialmente reconocido y admirado, interpretaba canción protesta, yo oía música del Dúo Dinámico, o Julio Iglesias, o de Adamo. Más adelante sería Leo Ferre y otros muchos pero los tiempos aquellos que cuentan, donde los estudiantes corrían delante de los grises y de corear a estos cantantes valientes, yo no los viví. Paco Ibáñez no estaba entre mis recuerdos. Por eso anoche yo me perdí un magnífico concierto a decir de los que estuvieron allí.
0 Comentarios