Ismael


Pablo Cingolani

Hijo: Espantado de todo me refugio en ti.
José Martí: Ismaelillo

Hay injusticias que son más injustas. Hay dolores que duelen más, que son más dolorosos. Hay muertes que te dejan más desolado, que te matan más, que te arrancan la piel, la fe, las ganas.
El asesinato del niño Ismael Ramírez es una de esas injusticas, es uno de esos dolores, es una de esas muertes.

Vi la foto de Ismael en el periódico, y sigo sintiendo que hay tristezas que son más tristes, que hay daños que causan más daño, que hay sufrimientos que se sufren más, que no hay motivos que sirvan para consolarlos.

En el rostro, en la mirada de este niño, estaban todos los motivos, todas las causas, todas las razones para acabar con todas las injusticias, todos los temores y todos los dolores de él y de todos los niños, y sin embargo, allí está, allí está él, allí está Ismael, Ismaelillo, muerto, asesinado.

Pero en su memoria, en la fértil memoria que deberá ampararlo y acompañarlo en la eternidad, en homenaje a él y su corta vida amputada, no podemos dejarnos invadir por la tristeza –por más que arrase-, no podemos ni debemos dejarnos mutilar por el dolor –por mucho que quiera sepultarnos junto con él. La memoria de Ismael debe sembrar claridades, convicciones, unidad, futuro.

Es todo lo que siento en los mismos periódicos donde veo su foto, leyendo las declaraciones de su madre y otros de sus familiares.

¡Cuánta dignidad! Cuanta dignidad en medio de una realidad, de un país, de un momento de su historia, de un gobierno, donde lo indigno, lo inmoral, la mentira descarada, la manipulación mediática, el desprecio al pueblo, a los humildes,  y la insensibilidad a su sufrimiento se han vuelto lo habitual, se ha convertido en normal.

El desprecio a la vida y a las urgencias de los pobres ha devenido la cuota de miseria cotidiana que ese mismo pueblo tiene que soportar, esa miseria moral de los que gobiernan ahora agravada con esta muerte, la del niño Ismael, que duele más, que entristece más, pero que debería servir para enseñarnos el camino para enterrar esa miseria, ese desprecio, esa falta de compromiso, de solidaridad y de sensibilidad que nos envenena a todos desde el día que aquellos que hoy gobiernan comenzaron a hacerlo.

Copio lo que declaró la tía de Ismael, la señora María Romero: “Nosotros no saqueamos, no hacemos esas cosas. Jamás nosotros vamos a decirles a nuestros hijos que vayan y se lleven lo que no es suyo. Les enseñamos nuestra cultura, que hay que estudiar y trabajar, que hay que amar y respetar a la tierra y a las personas (…) Ismael no era nada malo, nada de todo lo que escuché y leí en redes sociales. Ismael fue un excelente alumno y una linda persona. Le gustaba leer y hacer artesanías. Ismael siempre decía: ‘Yo voy a estudiar para ayudar a mi comunidad’. Y mirá lo que pasó. Todo terminó en la nada porque le robaron la vida. Lo perdimos. Con un arma de fuego, le cortaron la vida a mi sobrino (…) Acá desde que un niño indígena nace es discriminado. Mujeres, hombres y niños, todos somos discriminados: en los hospitales, en las escuelas, en las calles. La policía nos persigue, todos nos maltratan, de alguna manera (…) hoy estamos desprotegidos y nos atacan, más por racismo que por otra cosa” (…) que se limpie el nombre de Ismael y de la comunidad Qom. Paren con la matanza de nuestro pueblo. Porque esto es una masacre, que empezó hace 500 años, pero sigue. Nos siguen exterminando”.

¡Cuánta dignidad! ¡Cuánta verdad! ¡Y cuanto falta por hacer para que un niño indígena no sólo no sea discriminado, sino que, simplemente, pueda vivir!

Hay injusticias que son más injustas. Hay dolores que duelen más. Hay maldades que son más malas. Como escribiera Martí en 1882: “Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti”. Descansa en paz querido niño, te abrazo muy fuerte y para siempre y no tengas miedo que los espíritus del monte te van a proteger allí donde vos estés. Tendremos fe en vos. Tendremos toda la fe que haga falta para que tu memoria fertilice y nunca más en nuestra patria la sangre de un niño sea derramada con impunidad.

Pablo Cingolani
Río Abajo, 6 de septiembre de 2018

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