Pablo Cingolani
Te has ido llevándote con vos todos los clamores de la tierra, esas honduras donde latías con los duendes de la arena
Te fuiste, vaya uno a saberlo, llevándote el amparo de la sombra de los molles que eran también tu sombra
Siempre alegre, resististe como sólo los molles resisten o los tabaquillos insisten sólo para que los colibríes no se apaguen ni se marchiten los inviernos sin su gracia
Así fue
Así el viento te astillase el rostro y te hiciera sangrar entre los líquenes, así las marcas del tiempo te arrastrasen aullando hacia ese lugar desde donde no se vuelve ni se palpita otra cosa que gredas desechas, promesas que se oxidan, silencios que se levantan como murallas petrificadas de olvido
Así fue que zarpaste, leve, levísima, llevándote mi corazón entre tus alforjas de genuino entusiasmo, ese que atizaba mi propio entusiasmo, ese que brillaba tanto como el sol del valle y sus angosturas y su saberse siempre valle y fértil y sosiego y certeza y luna cálida y molle y sombra y vos allí, vos siempre allí, así, allí en el risco, así, vertical en el fondo del abismo, así como eras: reina y señora de tus dominios
De allí, brotaba la luz, tu luz
Tu luz que era la piedra reflejándote
Tu luz que era el último sol del altiplano brillando en tus pupilas y tu piel dorada
Tu luz que era tu luz y era nuestra luz y la mía, mi luz, luz buscando luz, hombre que busca luz, siempre luz, luz incesante, perpetua y generosa luz, tu luz, tu luz de añares y confesiones compartidas, tu luz auténtica
Y así fue, así fue que partiste, te embarcaste en tu nube misteriosa o en esa nave de madera de cactus que sólo navega en aguas de esperanza. No lo sé. Sólo sé que te fuiste
Y te fuiste con lo que yo sentía puro, lo más puro, lo más sagrado. Lo más puro.
* * *
Yo sé que partiste hacia mares de ocres y obsidiana, yo sé que andarás corriendo hacia cerros púrpura donde la vida milagrea y es sólo dicha, yo sé que no te veré más por aquí
Pero igual te busco, te sigo buscando
Te busco en las punas, donde el duro ichu me templa y me ayuda –duro el ichu que dura y no se despeña- a que no me desbarranque con tu ausencia
Te busco y te busco entre las quebradas, búsqueda febril, búsqueda incesante, porque son miles las quebradas –y las estrellas- donde te siento, donde te busco
Te busco porque sí –yo sé que has partido hacia mundos fervorosos que desconocen y exilian al dolor y la tristeza- pero te busco, te sigo buscando igual porque así te hayas muerto, buscándote, buscándote entre las montañas desoladas, entre cometas vagabundos, te sigo sintiendo viva, me sigo sintiendo vivo
No cedo, no cejo, no me rindo: te busco, Dana, te busco.
* * *
No tengas miedo ―te decía cuando todas las palabras ya estaban de más. No tengas miedo
Yo sé que allí donde estás, ya te volveré a encontrar
Cuando sea, como sea, te volveré a encontrar.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 20 de noviembre de 2018
1 Comentarios
Un abrazo muy fuerte, querido Pablo. Es un texto bellísimo para Dana y para las letras con sentido que componen el universo.
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