Pablo Cingolani
La memoria es una de las esencias del ser pueblo. Sin memoria, no sólo hay un presente sin virtud, sino un futuro desolador. Es que la memoria es el sino vital, es el sentimiento que arraiga, es la marca del destino. Y eso porque la memoria es todo lo pasado, lo bueno y lo malo, pero sobre todo es la sangre derramada por ese pueblo para cimentar su identidad, para estar en el mundo, para mirarse al espejo de lo que verdaderamente es. Y la sangre derramada por el pueblo, por sus hijos, es, simplemente, sagrada.
De ahí que cada testimonio, cada documento, cada esfuerzo, por recuperar y reivindicar la memoria de la sangre derramada es un acto de fe, es una cuestión devocional, es un asunto que clarifica, sincera y enaltece. De eso se trata el nuevo libro de Ricardo Bajo Herreras cuyo título ya lo dice (casi) todo: Ya no morirán. Historias stronguistas de la Guerra del Chaco.
Si hay un hecho histórico que marcó un antes y un después en la historia moderna de Bolivia ese fue la Guerra del Chaco. Si hay un hito, potente y dramático, que forja y funda la nacionalidad boliviana tal cual la conocemos hoy, ese fue, sin dudas, la Guerra del Chaco. Mucho se ha escrito sobre esta contienda bélica, librada en el corazón caliente del continente sudamericano entre dos países hermanos, pero aquí en Bolivia por décadas primó una visión culposa, flageladora, angustiante y derrotista sobre el conflicto.
Sin embargo, los tiempos han estado cambiando y con ellos, la mirada sobre la guerra. Creo que el punto de inflexión hay que buscarlo en el ya emblemático 1 de mayo de 2006, el día que el presidente Evo Morales anuncio la nacionalización de los hidrocarburos desde un campo gasífero, situado en el antiguo escenario de la guerra. Allí, ese día, recordó algo fundamental: que si no hubiese sido por el sacrificio de nuestros antepasados, ese gas no sería boliviano, y rindió el más justo de los homenajes, bautizando el decreto nacionalizador con el nombre de Héroes del Chaco.
Ninguna guerra es deseable. Pero si suceden, es justo reconocer los méritos de los combatientes y valorar positivamente sus consecuencias y podrá decirse cualquier cosa –porque hablar, no cuesta nada- pero es histórica y rigurosamente cierto que en la épica batalla de Villa Montes –una especie de Stalingrado chaqueño- no sólo se defendió la soberanía boliviana sino que se aseguró el dominio sobre los hidrocarburos que ya por entonces eran explotados en nuestro territorio.
Semejante victoria no tuvo, con el tiempo, el acompañamiento cultural acorde y merecido. Más allá de los motivos, primó una percepción fatalista, lacerante y agónica que opacó a verdaderos héroes y mártires que debieron haber sido honrados como lo que eran, además de convertirse en el ejemplo a seguir por las nuevas generaciones. Hay una incomprensible mezquindad histórica para con los Héroes del Chaco, guerreros inmortales, valiente fragua de lo mejor que Bolivia tiene: su pueblo.
En esa lógica, en la razón y la conciencia de patria, de una patria altiva y orgullosa, forjada por hombres y mujeres de carne y hueso pero que supieron elevarse al glorioso altar que sólo ocupan los elegidos, los héroes, es que se inscribe el libro de Ricardo Bajo Herreras.
Dentro de ese horizonte, Ricardo se ocupa de rescatar las historias de la participación de soldados y oficiales miembros del club de futbol The Strongest en la conflagración militar, muy popular entonces y muy popular ahora. Ricardo es un reconocido hincha de la institución gualdinegra.
Pero sería un error pensar que este libro está escrito solo pensando en aquellos que se identifican con los colores de la camiseta del club de Achumani. Este libro, una joya testimonial, una muestra del exhaustivo trabajo que realizó el autor en las hemerotecas nacionales, creo que es un libro pensado y escrito para todos los bolivianos, para todas las bolivianas, para todos aquellos que sientan y crean que, más allá de las diferencias, hay algo que une y alienta, hay algo que nutre y esperanza, hay algo que hermana e inspira siempre: y esa es la Patria, esa patria que con ardor y sacrificio se defendió en el Chaco, esa Patria que parió a los mártires y a los héroes que recorren las páginas de este libro, esa Patria que hoy, signo de los tiempos, se vuelve a mirar en su espejo, en el espejo de coraje y de entrega, de compromiso y de lucha, que esos bolivianos inolvidables nos legaron.
Ya no morirán…es la conmemoración, es la celebración sentida y agradecida de la memoria de algunos de los mejores hijos de esta tierra. En un presente donde los poderosos globales intentan borrar las huellas del pasado para mandar sobre un mundo desterritorializado y sin referencias sustantivas, es una obligación nacional afirmarnos, pisar fuerte, en un ayer que nos convoca con su heroísmo ejemplar para seguir abonando un futuro que nos encuentre cada vez más unidos y esclarecidos de lo que somos, de lo que debemos ser y de lo que nunca deberíamos dejar de ser: bolivianos y bolivianas que pongamos a la Patria por delante de cualquier otro interés.
Hay que agradecerle al autor, Ricardo Bajo Herreras, boliviano por adopción, que nos señale una huella. La mejor manera de seguirla es leyendo su libro y conmoverse hasta el final con las historias que atesoran sus páginas. Es un aporte más, y un aporte valioso, para que Boquerón deje de estar abandonado y terminemos de enterrar ese lamento boliviano que tanto daño nos hizo.
Hoy, Bolivia, busca mirarse a los ojos, sin complejos, sin mistificaciones, sin imposiciones de nadie. Ya no morirán… es parte de ese mirar revitalizante y redentor, sembrador de nuevas alegrías y nuevas esperanzas para un pueblo que lo merece todo.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 25 de mayo de 2019
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