Alma Karla Sandoval
Ninguna persona, sólo el feminismo me salvó. Es un precioso campo de fuerza, un escudo de Hefesto, una lámpara, un frasco con luciérnagas para leer, como Orlando, en lo más oscuro de la noche, cuando más nos lo prohíben. El feminismo es un talismán menos hiriente que el de Olga Orozco, así de poético, así de claro y abrasador porque convierte en cenizas lo que estorba, lo que mata. La supina ignorancia, el prejuicio, el temor, el amor profundo a las cadenas, la servidumbre defendida y anhelada ante un amo, el que sea, intentan embrutecernos. Esta necrocultura nos necesita resignadas y sumisas ante el consumo de cualquier clase. Para garantizarlo, nos divide, nos enseña a odiar la belleza poderosa de nuestra voz y nuestro canto colectivo. Amemos nuestra intuición. Defendamos nuestros latidos, nuestra dignidad, nuestra potencia. Desaparezcamos de donde no nos buscan, no nos valoran, no nos abrazan con sinceridad y respeto. Volvamos a donde nos quieren bien: regresemos a nosotras mismas.
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Texto extraído de un estado de Facebook de la autora mexicana. (11/7/2019)
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