Audentes fortuna iuvat
Virgilio: La Eneida[1]
Por algún motivo que desconozco y es mejor así porque el misterio de las almas, de los karmas, de los ajayus, es mejor que siga siendo eso: misterio
Lo que nos une en la vida, en la vida real, la de la realidad-real y nada más que eso: la realidad, con sus miserias y sus vicios, con sus pulsiones y sus grandezas, tan elusivas y, a veces, tan ajenas
Lo que nos une, mi amor, my friend, lo que nos une, cuate, lo que nos ata, jilata
Es la audacia
Dame una guerra y vamos, pero vamos juntos
Dame un mar para arar, pero lo araremos lado a lado, yuntas, hasta el final
Dame una mano con puñal para que nos mate, y, al fin al cabo, para qué temer, para qué sufrir: moriremos por eso que ejercimos, por eso que sentimos y compartimos
Es la audacia
No habrá noche más negra y sin estrellas, si la negáramos, si desmintiéramos que eso late dentro de nuestros corazones
No habrá día ni noche ni horizonte ni destino si no asumimos que nuestra vida es así: la audacia la guía, la alumbra, la vuelve vida, vida plena: la única manera que siempre soñamos que debía ser la vida, el único camino que elegimos para encararla; el único consuelo, la única recompensa
Es la audacia
La audacia de sentir que cada día no debe ser jamás igual que el anterior
La audacia de atreverse a descubrir siempre un matiz, una arista, una nueva mirada al horizonte
La audacia de no rendirse nunca jamás, más allá que la realidad nos combata a cañonazos, más cerca del fuego, la ilusión y la arena que la nutre porque es eso, porque es audaz, porque es la audacia de vivirla audazmente
porque, Dios, Dioses, Apus, Estrellas del Cielo, no me den una vida perfecta, no me den una vida correcta, sigan brindándome una vida cargada de fervor, de ardor, de cualquier otra cosa que no sea no pelearla, no sentirla, no perderla
Denme una guerra y yo los invocaré –como los estoy invocando- y los ofrendaré para que me protejan de la maldad, del asco y del vacío
Denme un mar o un desierto; denme una isla, un peñasco, un cactus, una grieta
Denme un momento, una patria, un motivo, para que la audacia renazca, para que la audacia, siempre, florezca.
Es la vida. Es la fortuna de vivirla
No hay otro premio que sentir su calor y su caricia
Llámala pasión, llámala adrenalina, llámala, simplemente, eso: llama que llama, llama a la vida.
Llámala audacia
Llámala vida.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 26 de julio de 2019
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