Bienaventuranzas


Bienaventurados los que ansían la arena, de ellos serán todos los desiertos de la Tierra

Bienaventurados los que esperan volver por sus huellas, de ellos también será la arena, el polvo, el espanto, la distancia y la alegría más feraz: esa que desmienta al olvido

Bienaventurados los que no desean más que eso: de ellos será la arena, el desierto, el horror de no tenerlos cerca si no te empeñas

Bienaventurados los que aman a las piedras, de ellos serán todas las moradas, todas las montañas, de acá arriba

Bienaventurados a los que aman a las montañas, porque de ellos será el desasosiego más profundo y la redención más clara

Bienaventurados los que cortejan abismos y grietas porque para ellos será la luz, la luz infinita de todo lo profundo y la luz inmemorial de las estrellas, la luz galáctica, la luz del cosmos

Bienaventurados los que no ven, salvo esa luz

Bienaventurados los que caminan errantes

Bienaventurados los que vagan, los que divagan, los que no se adaptan

Bienaventurados los que no temen

Bienaventurados los que sólo temen perder de vista el horizonte y sumergirse en ciudades que hastían

Bienaventurados los que desconfían de comodidades y muelles

Bienaventurados los que, hasta ahora, no han entendido nada: tienen un desierto, la arena, el viento, la distancia, el olvido (de lo que no tiene fasto), la alegría de saberlos vivos, para que lo entiendan.

Pablo Cingolani
Desde algún lugar, 10 de junio de 2020

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