[Léase con ilusión]
Oh, dios, generoso señor de todos los nómades y andarines, creador de eriales y ciénagas, tu que sabes de asedios y naufragios, dame un reino áspero, un país abrupto, una tierra que nadie ansíe, un lugar despreciado: yo lo honraré con mis huellas, con mis silencios, con mis puños malheridos, con mis labios llenos de grietas, con mi piel tatuada de ágatas y estrellas, ardiente de cobres y cenizas
Señor que cargas la mochila de todos los desarraigos y los desasosiegos, dame piedras, dame alumbre, dame amianto, dame sal, dame frío de estepa, dame agua abandonada, dame lo que nadie quiera, dame eso de lo que no se admira o se ha olvidado o es maltratado, buscaré su magia, insistiré hasta encenderla, hasta que se me revele y me guíe
Monarca salvaje, soberano imposible, vela por los jinetes, los cactus, las vicuñas, los guanacos, los líquenes, los cipreses que vi sólo en sueños, los nogales, las queñuas, las hormigas, el cedrón y la memoria de Varela
Cuidadoso señor de campamentos, fogones y pascanas, patrono de las flechas y los borceguíes, las quenas y los oboes, procúrame arena, ardor, agua fuerte, agua ardiente, alienta mis virtudes minerales, descúbreme al etéreo azogue, provócame con tus secretas filosofías, tus misterios, maravillas, purificaciones
Oh, dios, señor de arrieros, rumbadores y baqueanos, señor de tinajas quebradas, de toneles vacíos, de tabernas perdidas en los caminos, en mis travesías seguiré tus vetas hasta cuajarlas en mis ojos, haré brillar tus alhajas, tus cinabrios, tus imanes, despertaré a los búhos
Dadivoso señor de manjares y banquetes de pordioseros, que sembraste las playas de almejas, caracoles y berberechos para que nos deleitemos, dame licor para que los rociemos y contra las resacas, dame el fértil ámbar de la esperanza
Señor de latitudes, señor de brújulas que se oxidan, muelles rotos y clepsidras desechas, reliquias de Cartago y de Lepanto
Señor de médanos, arrecifes y albuferas traicioneras, dueño de medusas y arpones
Señor de comarcas perdidas, de provincias desiertas, de rincones jamás intuidos
Señor de mapas equivocados, de rumbos desconocidos, de coordenadas sin faros
Señor protector de todos los destinos, héroe de atajos, abras y brechas, concédeme una nube, un pétalo, los pies de un tuareg, la voluntad de un chasqui, osadía
Señor del despropósito y del desatino que guiaste a Rimbaud por los yermos somalíes
Señor de providencias
Señor de sismos y zanjas, señor de caravanas y transas, guardián de cáñamos y acacias, custodio de tesoros inútiles, no quiero dracmas ni pesares, que no me muerdan ni el caimán ni la tristeza, que no me devoren la impaciencia o los escualos, callado te esperaré, no viviré otro verano de desamparos, tú sabrás el porqué, ya celebraremos
Amo de los peligros, no quiero sepulcro, no quiero epitafio, no quiero lágrimas… dame el perpetuo tumulto del movimiento, dame vida mientras la honre y la merezca y luego, deja que vuele con los colibríes y que con sus sutiles alas me eleven y me lleven con ellos hasta deshacerme en el aire.
Pablo Cingolani
Desde algún lugar, 21 de julio de 2020
La cita es de Spinetta.
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