Lolodorf, una metáfora africana

Maurizio Bagatin

“Quién ha visto el león rugir no corre a la misma manera de aquellos que sólo lo han oído” (Proverbio africano)


El camino que une Kribi con Lolodorf eran huecos profundos hasta tres metros, limo rojo que en algunos charcos se vuelve, mezclándose con otra tierra más amarilla, de un naranja psicodélico, y gracias al verde de la floresta el contraste es feroz, como todas las bellezas africanas. La empresa Andrade Gutiérrez sigue una línea fija, irremovible y derrumba, aplana, estruja toda la naturaleza que encuentra a su paso; el verde, mirando hacia el cielo, parece escapar, degradarse, diluirse con el tórrido sol que traspasa gafas y enceguece todo espejismo ecuatorial. Llegamos a Bipindi, pasando por petit villages adonde unos niños ofrecen venderte pescado cocinado a la brasa, unas papayas anaranjadas como la tierra y bananos color prásino, otros unas víboras del Gabón recién capturadas: esta es tierra de los pigmeos badgeli, recolectores de miel, nómadas pacíficos que la angurria de los madereros obliga a refugiarse cada día más tierra adentro: la canícula de la tarde es como un fuego escupido por un dragón. Tomas y sudas, sudas y tomas, agua fría y sudor ardiente, una sustancia sola a una temperatura incandescente…mientras un cigarro enciende otro para engañar el ardor, cigarettes Trésor, cajetillas anaranjadas como la tierra que ya cruzamos, como la tierra que nos espera: la combustión sigue. Un puente colgante avisado desde la cumbre nos indica la entrada a Lolodorf, pueblo que parece salido de una fábula de un Andersen trasladado en plena floresta ecuatorial; los alemanes hicieron llegar la vía férrea hasta esta aldea mágica, seguros de que para transportar las riquezas que se podía extraer de esta tierra necesitaban un camino firme y seguro. Cuando abandonaron la colonia todo quedó para que la floresta vuelva a su lugar, envolviendo construcciones y camuflando el efímero progreso. Un río parte en dos el pueblo, adonde un proyecto de la cooperación austriaca quería ofrecer a los pigmeos badgeli dignidad: sin la violenta penetración en la floresta ellos se habrían quedado con mucha más dignidad y miel, para intercambiar con otros pobladores de la zona. El centro de la cooperación se había quedado sin agua, las bombas manuales de industria indianas, dejadas sin mantenimiento, no respondían a ningún movimiento, debíamos reemplazar algunas piezas y después de haberlas hecho funcionar, analizar el agua. La calina de la tarde invadía el boliche adonde nos acompañaba una 33 fría, la cerveza de Camerún y una chica con unos dientes exageradamente expuestos nos hablaba de las tribus antropófagas del este, de la soledad del pueblo, de los comerciantes de monos, de la magia negra del lugar. Un realismo mágico en tierra africana y nosotros los únicos dos blancos, sudando cerveza y humeando Trésor, escuchábamos su patois Bulu tan atractivo y seductor, como la belleza y la grandeza de todo lo que ofrece esta tierra: la belleza y la grandeza de su naturaleza, de los animales, de las contradicciones… de los dientes de la chica. Mal de África, síndrome del cual Alberto Moravia nunca quiso curarse, del cual Karen Blixen se enamoró perdidamente…este estasis puede empezar con la hipnosis de un paisaje, por la infatuación de un encantamiento femenino, por el simple aire africano. 


Terminamos el arreglo de las bombas y el agua que salió a los análisis resultó ser potable, lo que no estaba funcionando ahora era la Toyota Hilux que nos llevó hasta el pueblo mágico… el programado retorno, con una etapa en Sangmelima, algunas brochette y unas 33 con nuestro amigo Valerio, estaba esfumándose… pero apareció Fabián, el funambulesco mecánico del pueblo, a primera vista no era un personaje que podía ofrecer ningún tipo de garantía: mirada hacia el infinito y aliento a cadáver eran una carta de presentación para nada confortante. Pidió dos botellas de odontol a cambio de un arreglo rápido y seguro: el odontol es un licor tradicional que se hace en Camerún a partir de vino de palma o grano de maíz, azúcar y la corteza de un árbol, y al que popularmente se le llama "el whisky de los pobres" o "ginebra africano". Esta bebida tiene un costo muy bajo, lo que explica su popularidad entre la población más pobre, y debido a su cuestionable calidad, llega a producir graves problemas de salud. El funambulesco Fabián nos entregó la mañana siguiente el Toyota Hilux listo: ¿milagros alquímicos del pseudo destilado o magia africana? 


Aunque este inmenso continente nos abra los ojos con sus exuberancias, se desnude con todas sus grandezas y uno vaya imaginando leones, elefantes y serpientes, y que todos los mayores peligros sean enormes, existen en estas zonas del África ecuatorial enemigos apenas perceptibles o hasta del todo invisibles: el mosquito llamado mut mut (Tipulidae) deja sus huellas como un ataque de viruela o de sarampión, ataca al amanecer y al crepúsculo, las horas más placidas en África, y en algunos minutos puede cambiar la semblanza de tu piel… y si tú eres blanco y los que te encuentran refrescándote son negros, las carcajadas de humor inglés serán inmediatas, mientras tu desasosiego… el pensar a qué maldito brebaje se debe, de cuál desaventura antihigiénica puede haberse originado… te cambia el humor, acrecienta el espesor de la sangre y el blanco de tu piel se hace cetrino: puro miedo. Basta no rascarse, su escozor se puede volver insoportable solo si uno lo estimula: mejor apoyar unas hojas de un árbol del lugar y la viruela y el escozor desaparecerán… 


Kapuscinski, el Herodoto del antropoceno viajó adentro del tiempo y del espacio de lo que él consideró ser solo una convención reduccionista y que por comodidad llamamos África. África es desde donde venimos todos. África es el último continente que nuestra especie… (… el hombre, aquel hermoso ejemplar que sudó la gota gorda para descubrir la rueda. -Jesús Urzagasti-)… avasallará y luego desaparecerá. 


P.D. Hay una poesía del Soldado Terán, el Poeta cochabambino José Antonio Terán Cavero, que lleva el título de África, y es gracias a la lectura de esta ondulante poesía que se va construyendo esta nota, casi un relato de un viaje hecho por África; la poesía es incluida en “Boca abajo y murciélago. Otras palabras al acecho”, plaquette poética ganadora en 2003 del Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal… al leerla, una hamaca te balanceará dulcemente entre África y el resto del mundo. 


Junio 2017 

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Publicado originalmente en blog Sugiero Leer (27/6/2017)







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