“¡Bella Trento! ¿Quién no pecaría?”

Maurizio Bagatin

Breve historia de un personaje surreal, en un mundo irreal durante una época mágica…
Las huevadas las hicimos, ahora les toca a ustedes…no como cuando salió del cuarto y nos dijo: ”¡Yo fui el primero!”, “cierto” le contestamos al unísono, “¡era virgen!”…éramos unos chicos irrequietos, inquietos, éramos como fueron todos los niños sin una guerra, sin hambre, sin miseria, en lo que se llamaba normalidad, y entonces era romper con aquella normalidad, con la rutina, ser rebeldes porque antes a los chicos no les tocó la rebeldía; fuimos una generación que conoció plenamente la adolescencia, la juventud y no como los de antes, niños y ya grandes, como en las fotos blanco y negro, en las fotos sepia, en las novelas de Dickens o en Corazón del De Amicis, bella juventud y juventud perdida …escribiendo ahora deseamos “llegar a un realismo autárquico, para tiempos duros. ¿Qué otra cosa nos queda hacer? Vestir la razón de poesía, la pasión de iluminismo, e contar en ráfagas las cosas, la verdad”, así sugirió Anna Maria Palladino. Pero hubo un antes, siempre hay un antes, y gracias a aquel antes hay el ahora. El bar siempre fue nuestro centro social, nuestra Ágora, nuestra oficina y nuestra segunda casa, toda cita era ahí, todo encuentro y todo desencuentro, también, los techos de nuestras casas resultaban ser demasiado pesados para soportarlos, para soportarnos…tal vez necesité esto para estar aquí ahora, escribiéndolo…”¿sino que?” Negaríamos la experiencia, negaríamos el haber vivido…l’importante é di avercela la gioventú, escribiò el Poeta. Y entonces se armaba la gorda, los viernes eran tours cercanos o discotecas y boliches después de los entrenamientos de futbol, pero el sábado era exponerse a algo más ecléctico, que decir de las funambulescas visitas a los criaderos de gallinas en Trento. Todo es metáfora, para el artista metamorfosis, dijo Cioran, todo es interpretación, según Nietzsche…intentábamos darle un sentido, destruyendo todos los sentidos del mundo, poco mérito en la virtud y poca culpa en el pecado, pinceló De André.

En siete adentro de la Fiat UNO hacia la Sagra de Brische, esto era lo que hubiera adorado ver Mario Monicelli; el cumpleaños de nuestro Secret agent coincidía con el mío, festejamos con todo el surrealismo que disponía el nordest italiano, una misa de medianoche en una iglesia de la Carnia, una cena en un restaurante al confín con Austria…baracade, ghe ciamesi a tute quele che combinési quei anni lá…y luego una carta de identidad al policía que nunca entendíamos y que él sabía, seriedad austrohúngara y una sonrisa siempre bajo aquel bigotito ridículo que llevan casi todas estas personas grotescas y banales, personajes que adoraba destruir Thomas Bernhard.

Todo lo que ha sido ya no es. Todo lo que será aún no es. Ésta es nuestra mala suerte.

Mezclábamos la poca experiencia con el creernos la última coca-cola en el desierto, nunca fue así, pero todo funcionaba más o menos bien, hubo siempre cierta complicidad - y los años ochenta, en cuanto a complicidades, fueron el eslogan y la mejor manufactura - la cual tal vez no hizo mucho daño, lanzado el dado gane quien gane, un empate venía bien a todos y seguíamos adelante…escapar a la policía en una batida, irnos sin pagar de un boliche, orinar en compañía encima del auto del que se llevó la chica más linda de la fiesta, hacerle fumar romero al marihuanero creído… Hay un abismo entre el nuestro inocente mouvement a la Casanova y el enamoramiento contemporáneo, un abismo que hiere y no quiere cicatrizar, hay un abismo entre el joven y el viejo. Sí, lo hay. En poco tiempo la fisura se hizo grande. Pecábamos, sí, pecábamos venialmente, pequeños picaros de pueblo, de la nuestra Via Paal…con The Secret Agent íbamos a fiestas particulares y a Trento, íbamos a pecar, belle de jour y en sus metáforas reafirmábamos nuestro lenguaje, un léxico que anticipó lo Pulp de Tarantino, era también esta una rebelión, era también esta una metamorfosis, era poesía.

De lejos ves la película pequeño burguesa, te acercas y es el mundo campesino que se aleja, el tiempo y el espacio se dilatan, se esfuman, se pierden…

Maurizio Bagatin, 28 noviembre 2020
Imagen: The Secret Agent of Cecchini

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