El grimorio familiar

 Márcia Batista Ramos

“La curiosidad lleva al ser humano a descubrir otros mundos… No siempre habitables. No siempre placenteros.”

En la casa de los abuelos, había un libro en un atril, en medio de un cuarto, que no era permitido entrar a nadie; solo tía Genoveva, tenía la llave y entraba a la habitación. Rara vez, vi la puerta entreabierta y miré hacia adentro.

Genoveva, era la tía soltera de la familia que se extinguía poco a poco, a cada entierro; ya que no nacían nuevos miembros, éramos apenas cuatro primos. Los adultos trabajaban mucho y no hacían fiestas. Sencillamente, porque se acostumbraron a no conmemorar, celebrar o festejar nada, desde el tiempo del viejo Núñez- Rocha.

Pese a las órdenes expresas, un día entré al cuarto prohibido. Por algún motivo, la puerta estaba entreabierta y no dudé en pasar. Nada me llamó la atención más que el atril con el libro que parecía a una Biblia, de tapa dura, forrada con cuero. Pero no era una Biblia. Las letras doradas y gruesas decían Grimorio. Senté en el diván con el libro en manos, para abrirlo y empezar a leer y entonces apareció la tía con sus manos regordetas, con sus ojitos y nariz pequeños en la cara súper redonda. Con su cabello cortito peinado a un lado y su amplia sonrisa, que para mí era un tanto asustadora porque ocultaba algo falso detrás de la simpatía. Su pequeña estatura desaparecía, porque el sobrepeso la hacía parecer grande.

Con la voz estridente y neurótica, preguntó que yo hacía en el cuarto prohibido. Con la puerta abierta su voz fue por el pasillo e invadió toda la casa (talvez, el patio, el jardín, el manzano y el barrio entero). Al escuchar su voz, mis primos corrieron para compadecerse de mí, que estaba en manos de la tía soltera de la familia.

Antes que le conteste, como si hubiera una barrera invisible, mis primos pararon junto al umbral. No se atrevieron a entrar. Se quedaron expectantes, esperando lo peor y de antemano, sintiendo lástima por mí.

Porque, en realidad, la tía era la persona más enérgica de la casa. Ella era, naturalmente autoritaria, dominante e imperativa.

Siempre la veía con su collar de perlas de dos vueltas, hablando dictatorialmente con todos, mientras su enorme papada se movía sobre el collar.

Bueno, en este fatídico día, ella se dio la vuelta miró a mis primos y les dijo que fueran a otro lado hacer lo que sea. “La conversación no les incumbe”. Ellos, inmediatamente, desaparecieron de la puerta, del pasillo… (de mi vida).

La tía, ante mi expectativa y sorpresa, cerró suavemente la puerta y me dijo:

-Éste es un grimorio de la familia. Contiene una recopilación de los más raros secretos mágicos de la familia. Pasa de generación en generación, para que los conocimientos, más importantes, de nuestros ancestros no se pierdan.

Te enseñaré a hacer las pócimas, conjuros y oraciones, a interpretar los signos de la naturaleza y de la vida y etc….

Porque tú así lo quisiste, por eso, entraste al cuarto prohibido.

Cuando me muera, tú serás el albacea de la locura de la familia.

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