Márcia Batista Ramos
Como el día 27 de enero fue el Día del Holocausto, instituido por la ONU, en el día de la liberación de Auschwitz por tropas soviéticas, recordé que, por cosas del destino, no por curiosidad o por interés histórico, por cosas del destino no más, conocí el pueblo de Dachau y el campo de exterminio en la misma localidad; con su pequeño patio de fusilamiento, sus cuatro hornos crematorios, algunas fotografías de experimentos médicos inhumanos, registro de relatos de castigos tremendamente crueles y aniquiladores… fotografías de los sobrevivientes angustiados y horrorizados… Recordé que la atrocidad de los campos de exterminio nazi es total, dicen que no hay ningún ser humano que no se sienta aludido por lo que ocurrió allí.
La historia del Holocausto asombra a cualquiera
que se le acerque. Los campos de exterminio nazistas
significaron tanto dolor, que, creo, que la energía negativa generada en
aquellos recintos, sigue causando sufrimiento en el planeta, tomando en cuenta
la Ley de la conservación de la energía, que afirma que la energía no se
destruye, solo se transforma y, tanto dolor, sufrimiento y maldad, de hecho, no
se transformó en bendiciones; porque si así hubiera sucedido, el planeta sería ahora
un Edén.
Asimismo,
considerando, la energía de 11 000 000 de seres humanos asesinados, en los
campos de extermino, sumado a la energía del sufrimiento de sus familiares y de
otros seres piadosos, que no tuvieron ninguna posibilidad de escoger no ser
víctima… Estoy hablando de una suma de energía negativa, tan grande, que, a
simple vista, no cabe en mi imaginario; pero cuando me detengo a cavilar sobre
el asunto, me estremezco desde los cabellos hasta el tuétano; y comprendo el
porqué del atraso y desorden planetario; el porqué de tanta miseria en un solo
planeta. Es la energía del Holocausto que sigue envolviendo al planeta azul.
Theodor Adorno en un
intento de explicar la poesía de Paul Celan, estaba cubierto de razón, cuando
afirmó que “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, frase
que repitió con formulaciones diversas. Empero que tenía mucho sentido, porque resumía
muy bien lo que estaba pasando en la poesía europea tras el fin de la segunda
guerra mundial, ya que el Holocausto, representó la pérdida de la belleza, de
la candidez y de todos los valores éticos y morales, que, como humanidad,
pensábamos que teníamos. La pérdida de las seguridades dio paso a la duda,
actitud que fue fundamental en la literatura de la segunda mitad del siglo XX.
El Holocausto,
mostró la cara más sórdida de algunos humanos y dejó muy en destaque, que, el
ser humano tiene una faceta monstruosa que puede aniquilar, en un ataque de ira
antropófaga, a todos sus similares.
Fueron momentos
atroces, tristemente dramáticos, sufridos ante la indiferencia, la apatía y la
ceguera del mundo ante el infortunio del otro, que nos obligan a pensar y
accionar de forma distinta, mismo cuando las condiciones son adversas y somos
obligados, como ahora, con la pandemia, a observar el colapso de la humanidad,
el fin de nosotros mismos, en cuanto a especie se refiere.
También, imagino el
acumulo de miedo y soledad de quién se sabe condenado y no puede hacer nada.
Después del
Holocausto, cambiaron muchas cosas, incluso en las estéticas poéticas, ya que
ningún escritor pudo encerrarse en su burbuja y, el compromiso con el otro, se
hizo más que necesario, se hizo vital. Así, la guerra y el genocidio determinan
un viraje notable en la creación de los poetas sobrevivientes judíos o no y de
todos aquéllos que aparecen después. Se nota en la poesía el reflejo de hondas
maduraciones individuales.
Me remito a la
poesía para hablar de la tragedia que representó el Holocausto porque, los
gritos de dolor, a pesar de que siguen propagándose en el espacio, ya no
logramos captarlos por la difracción que sufrieron en su trayectoria espacial,
en el tiempo. Las fotografías estáticas de cuerpos ultrajados muertos o en
agonía, tampoco traducen el sentimiento que la poesía logra manifestar a través
de sus versos. Me remito al poema de Aron Verguelis:
“Bosque sin alerces / bosque sin abetos /
bosque de Sarahs/ bosque de Hannahs”.
Porque sobre las
fosas comunes, los arboles echaron cuerpo y sus raíces se alimentaron de
aquellos cuerpos que pertenecían a humanos que tenían sueños y aspiraciones,
una vida en andamiento, una ilusión, un fracaso, un amor en el corazón…
Algunos criaban
gallinas…
Algunos escribían un libro…
Algunos eran
empleados…
Bohemios… Empleadores…
Muchos, eran
apenas… niños.
Entretanto,
terminaron en cámaras de gas, enterrados vivos o en hornos encendidos que los
transformaron en cenizas para abonar el bosque.
¿Quién pudo hacer
todo eso?
Entonces, reconozco
que el Holocausto, con sus masacres perpetuas, transformó de sobremanera el
mundo. Mostró los monstruos que cohabitan con nosotros en el planea y la
capacidad que tienen para generar el caos, dado a su esencia maligna. Al tiempo
que, acabó con la inocencia y colocó Dios en duda, ya que parece haber fallado
con las víctimas, que solamente tenían a Su mano para agarrarse y tuvieron que
sufrir y sufrir para después, recién sucumbir.
También afirmo,
porque así lo percibo, que la energía calificada por el mal y por el dolor, en
los campos de exterminio, aún permanece envolviendo al planeta y propiciando
más dolor y sufrimiento, como si la vida en el planeta tuviera que ser una
especie de expiación de pecados que no cometimos. Cuanto a eso, la injuriosa
masacre de Kielce, apenas sirve para corroborar mi idea de que vivimos
envueltos por la energía maligna, como planeta; pues, asesinaron y no eran
nazis (eran vecinos), a sobrevivientes del Holocausto, después de la magnitud
del genocidio, en un delirio paranoico asesino, fruto del racismo y xenofobia.
¿La condición
humana, es de naturaleza mezquina?
Después de las
catástrofes, en nuestro planeta azul, se suele instituir un día para recordar a
las víctimas; tal vez, solo así, se lavan las manos teñidas de sangre, solo tal
vez.
…
Pero, del mismo
modo los sobrevivientes, nos dieron sendas lecciones de vida, de resistencia,
de fuerza de voluntad y capacidad de empezar todo otra vez, mismo sin saber si
el final sería feliz, pero con la certeza de que la vida vale la pena ser
vivida. Fueron personas que siempre lucharon por ver lo bello a pesar del
sufrimiento.
…
En el intento de
recrear la experiencia subjetiva del siniestro a que fueron sometidas tantas
personas en los campos de exterminio, la poesía y solo ella, recupera un gesto
humano, una ternurita, un ser humano, invisible, víctima del Holocausto de:
cuando dejamos de llamarnos humanos.
Si acaso
Wislawa
Szymborska (*)
Podía
ocurrir.
Ocurrió
antes. Después.
Más cerca.
Más lejos.
Ocurrió; no
a ti.
Te salvaste
porque fuiste el primero.
Te salvaste
porque fuiste el último.
Porque
estabas solo. Porque la gente.
Porque la
izquierda. Porque la derecha.
Porque
llovía. Porque había sombra.
Porque
hacía sol.
Por fortuna
había allí un bosque.
Por fortuna
no había árboles.
Por fortuna
una vía, un gancho, una viga, un freno,
un marco,
una curva, un milímetro, un segundo.
Por fortuna
una cuchilla nadaba en el agua.
Debido a,
ya que, y en cambio, a pesar de.
Qué hubiera
ocurrido si la mano, el pie,
a un paso,
por un pelo, la casualidad.
¡Ah, estás?
¿Directamente de un momento todavía
entreabierto?
¿La red
tenía un solo punto, y tú a través dese punto?
No dejo de
asombrarme, de quedarme sin habla.
Escucha
cuán rápido me late tu corazón.
(*) Premio Nobel
de Literatura en 1996
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