Ensayo #2. La Oscuridad del estilo Lírico-Burlesco en Göngora.


 


Una de las diferencias entre don Luis de Góngora («Göngora» en adelante) (1)1 y don Francisco de Quevedo es que este no era capaz de esconder lo soez y sucio de sus burlas procaces, mientras aquel lo hace siempre con exquisito gusto y tacto. Por eso es por lo que para Göngora la palabra le hacía libre, como dijo Cernuda en su poema sobre el Cisne andaluz (cf. Antonio Carreira, 1987), algo que destaca también Mercedes Blanco (Góngora o la invención de una lengua, 2012), y por esa incapacidad para pasar la censura es, muy posiblemente, por lo que Quevedo no circulaba sus poesías entre el público culto de Madrid. Que Göngora tenía esta capacidad asombrosa para burlar la censura mediante su «oscuridad» es algo que Robert Jammes ha destacado en su obra. En vez de criticar su forma esquiva o rebuscada de escribir, como hacen muchos que no han entendido la libertad temática de su poesía, lo que hay que hacer es agradecerle que lo hiciera, dado que con ello nos ha permitido leer poesía de alto nivel sobre los temas más escabrosos.

Un caso particular de esta oscuridad elegante lo tenemos en el Poema 149 sobre la suciedad del río de Valladolid, el Esgueva; otro lo tenemos en el Poema 186, una décima esta que está relacionada con el Poema 401. Uno de los poemas más atrevidos de Göngora es el Poema 123 del año 1600 («¿Por qué llora la Isabelitica?»), poema que precede en temática y supera en tacto, humor y exquisitez al mismísimo Nabokov cuando «descubrió» a su Lolita (2)2. En este ensayo voy a tratar el Poema 175 (edición Castro-Carreira, 2000). Dice así:


De la profesión de una monja que tenía muchos años



                        Esa palma es, niña bella,

                        para vuestra profesión,

                        aunque más antiguas son

                        las de vuestras manos que ella;

5                      temo, vespertina estrella,

                        que esa vuestra edad de hierro

                        la profesión hará entierro,

                        antes que la palma lleve

                        en esa mano de nieve

10                    muchos dátiles de perro.


                        Borlas lleva diferentes,

                        burlas digo, y desengaños,

                        tantas como vuestros años

                        y menos que vuestros dientes;

15                    alcuza de las prudentes

                        sois, pues dicen más de dos

                        que, siendo tan muda vos,

                        queréis profesar en día

                        que tantas lenguas envía

20                   el espíritu de Dios.



Notas:

v. 10: estos «dátiles» son ʻexcrementos de perroʼ. Cf. Poema 86.

v. 11: Borlas: hace juego de palabras con «burlas». La mujer ha sido burlada muchas veces (v. 13), pero sus «desengaños» han sido muy pocos, menos que sus pocos «dientes»

v. 15: ella es como las vírgenes de Mateo 25:1-13, que esperaban por su esposo (Dios y el cielo) con una lámpara de aceite, siendo el aceite el símbolo de la fe, en contraste con las vírgenes imprudentes que habían agotado el aceite de sus lámparas, que cuando el esposo llega (Jesús el Cristo en la parusía) no tienen luz con la que entrar en el cielo. En este caso, ella ha sido muy prudente en mantener el aceite con vida, pues su anciana edad indica que ella ha sido una prostituta de vida pecaminosa (de ahí que sea muy «muda», típica característica de las prostitutas que silencian los secretos de sus clientes) (3)3, un pasado pecaminoso que ahora quiere purificar.

v. 20: Ella ha profesado en el día del Espíritu Santo, nos dice la nota de Chacón. La ingenuidad (o prudencia) de Chacón no explica el chiste (el ingenio) del poema. La esencia del chiste es que las «lenguas» del «espíritu de Dios» son lenguas de fuego, un elemento de purificación aquí para ella, pero también implicando que todos esos muchos que la han «conocido» (en el sentido bíblico) han sufrido del fuego de San Antonio, conocido como el «fuego sagrado», una infección. Esta enfermedad (causada por una bacteria) aparece en la piel, especialmente entre los ancianos. El fuego labial, o herpes labial, también parece ser aludido por esas «lenguas» del «espíritu de Dios», con lo que tendríamos un cunnilungus.

Ahora estamos en disposición de entender la maestría de Göngora en toda su completitud, en toda su oscuridad. Esta oscuridad no es algo que tenga su sentido en la erudición elitista o aristocrática per se; es una oscuridad que posibilita saltar por encima de la censura de aquella España católica e hipócrita. Si este argumento ha sido comprendido en toda su dimensión ética y política (la libertad creativa y la libertad de expresión velada de forma oscura) por el lector de este ensayo, solo le queda el leer a Göngora sine ira et studio: puedo decir con toda honestidad que no tardará mucho tiempo en que su esfuerzo y dedicación a la poesía de Göngora le resulten provechosos: las sorpresas y las maravillas brotarán del subtexto como el agua fresca de un manantial al que lo hemos dirigido a nuestro jardín por medio de una acequia. El lector es responsable de saber entrar en esta oscuridad liberadora. El lector debe ser consciente de que leer a Göngora es un placer exquisito, un deleite para los sentidos, pero que tiene que poner de su parte. «Todo lo excelente es tan difícil como raro», dice Spinoza al concluir su Ética.


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      (1) Como explico en el Poema 1 de mi blog www.englishgongora.blogspot.com y en mi obra Göngora et labora (self-published, Amazon, 2019), la diéresis tiene diferentes significados: es la corona de monarca como poeta universal encima de la letra «o»; es junto con la letra «o» que corona, dos ojos, con lo cual se forma una cara asombrada, algo muy oportuno para la poesía lírico-burlesca de asombrosos contrastes; además es una diéresis que señala el frecuente uso (para muchos abuso) que hacía Göngora de las mismas en su poesía.

    (2) Nabokov había descubierto hacia 1936 en París, con su novella The Enchanter, que el tema era explosivo; lo que en ese primer intento le salió burlesco y escabroso, lo elevó en 1955 a lo lírico-burlesco. El lepidóptero ruso ignoraba que Göngora hubiera tratado este tema, pues su conocimiento de literatura española no pasaba del Quijote, al que criticó por ser una novela masoquista. No podría haber un caso más claro de disonancia cognitiva que este, dado que Nabokov es el único escritor excelente que conozco que se complace en verter una prosa de alto nivel poético dentro de personajes y temas sádicos y masoquistas; no hay más que irse a Risa en la Oscuridad para ver cómo Nabokov había tomado de Cervantes y su Orlando furioso castellanizado el modelo para su Albinus. En esta obra ya se trata el mismo tema que la Isabelitica de Göngora, aunque menos abiertamente. Las novelas masoquistas de Nabokov van desde Rey, Dama, Valet, su segunda obra, a Pálido fuego, su obra maestra en mi opinión. Para más información, véanse mis análisis críticos sobre Nabokov en estos ensayos aquí.

      (3) Cf. la expresión popular «callarse como una puta» o «hay que estar callados como putas».





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