Según Javier Marías El Gatopardo es un libro sobre la muerte. Y también sobre la vida. Eso lo añado yo. Es lo que Marguerite Yourcenar hizo con Memorias de Adriano, enseñarnos a vivir y enseñarnos a morir.
…no es el tiempo que buscaba Proust, mi tiempo son las nubes que transportan una estación a otra, la prosa que amó Cortázar en el ritmo de Marguerite Yourcenar, la extensión de Stendhal que Ricardo Pochtar encontró en Giuseppe Tomasi de Lampedusa, es la vida y la muerte en Adriano emperador y hombre, el tiempo y el espacio en el Príncipe Don Fabricio Salina, es mi tiempo que es todo el tiempo que, entre la vida y la muerte, transcurre…
El Poder y la Historia recorren las dos maravillosas novelas y no se de adonde se encontraron o, mejor, adonde las encontré yo, y cuando los pasos de ellas desfilaron frente a mí, figuras de hombres detrás de grandes mujeres, siempre, como en toda historia, mimesis que es poética de sus vidas, y de todas las vidas cuando narradas; no dejar de leer hasta el final la fabula de largo aliento y de infinita emoción…entrar en uno de sus personajes, en el otro del imaginario de la psicoanálisis, en la fuente de nuestra conciencia y del sueño…sentirse Antínoo o Tancredi, cristalina juventud y violenta vitalidad frente a la vida efímera.
…no es el tiempo del reloj de arena o lo de Heidegger, y si lo fuera, será siempre la magistral metáfora en permitir el paseo en el Parnaso, adonde las musas sonríen, danzas, cantan, pintan, en fin, representando nuestras vidas.
El Gatopardo y Memorias de Adriano siempre me han acompañado así, cuando necesitas reparo de un improviso chubasco veraniego o cuando urge una palabra de consuelo, de ayuda y reparas bajo una calamina improvisada, el techo necesario. El verano ocurre, el temporal se transforma en arcoíris, la palabra en una sonrisa, la memoria en lo que vale siempre una vida.
Maurizio Bagatin, 6 de abril 2021
Imagen: Anton Raphael Mengs, Antínoo como Osiris, 1755-1761
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