El mes más cruel (Eliot)


Miguel Sánchez-Ostiz

Sea o no baldía la tierra donde pongo mis pies o este el mes más cruel, para mí el de hoy es un día de conmemoración y buen recuerdo. Hoy hace 26 años que me vine a vivir a Baztan, a Sutegia, de Arrazkazan, un barrio de Lekaroz. La casa me la facilitó un amigo muy querido y añorado –«esas cosas no se dicen», me diría él, seguro–, el arquitecto Lino Plaza Tuñón. Hoy terminé de sembrar la hierba en el terreno en el que he estado unos meses trabajando, sacando piedras, abriendo zanjas para cerrarlas de nuevo, plantando algunos árboles y arbustos, cuidando de un manzano, una lagerstroemia y un acebo hermoso (gorosti) viejos que ya estaban cuando llegamos a Zamarrenea hace más de cinco meses. Todo está brotado, los lilos incluso, pero eso no quita para que un año de nuestra vida se haya ido entre encierros, miedos e incertidumbres. Frágiles. Mucho. Me las prometo muy felices, pero también me pregunto cuándo acabará esto y pueda estar con los míos… ¿Viajar? Con la imaginación y el recuerdo, más viajero inmóvil que nunca. Tengo la certeza de la cercanía de la vejez y sus muchas limitaciones… No temerás el espanto nocturno, eso está bien para los oficios y las citas líricas con pretensiones (yo lo hice en La flecha del miedo), pero lo cierto es que la noche… la noche en vela es chunga de veras.

De Tierra Baldía, de T. S. Eliot

Abril es el mes más cruel, criando
lilas de la tierra muerta, mezclando
memoria y deseo, removiendo
turbias raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos mantenía calientes, cubriendo
tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
un poco de vida con tubérculos secos.

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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (1/4/2021)

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