Márcia Batista Ramos
“A palavra é antiga, o coração é novo.”
言葉は古き、心は新しき
Fujiwara
Teika
Las palabras se anidaron en tu corazón:
futuro, meta, objetivos, dinero, triunfo… Antiguas palabras en tu corazón
nuevo, que construyó la vida en tu frágil imaginario, donde quién conquista sus
metas y objetivos triunfa en el futuro y tiene dinero.
Después de una
noche mal dormida, te levantas sin acabar de despertar de tu sueño profundo y
sabes que tienes que enfrentar el día, de cualquier manera. Nadie vendrá a pagar
tus cuentas a fin de mes. Sabes que solo el moho crece como moho, no así, el
dinero. Para poder sobrevivir hay que ser muy fuerte y vencer el sueño cada
mañana. Y cuando te jubilas ya no tendrás sueño, porque los adultos mayores
duermen menos.
No quieres
resignarte, pero las cosas, no son como las pensaste antes de intentar
probarlas. La vida, en resumen, es un juego de apariencias desde la juventud,
hasta la muerte. Simples apariencias. Y juegas sin saber por qué. Lo único que
sabes es que estás obligado a sobrevivir y hay muchas cosas que hacen parte de
la sobrevivencia: la construcción de tu imagen mediática, por ejemplo, es
sumamente importante, para que no caigas en obsolescencia. Pero sabes que no
escaparás a la muerte y con ella vendrán la obsolescencia y el olvido, de
cualquier manera.
Piensas que tienes
que consumir y demostrar a los demás, solo así lograrás sobrevivir. Te
equivocas, cuando piensas que estás en lo correcto. Pero persistentemente te
equivocas. Igual que siempre.
No hay manual para
la vida. Hasta el shampoo viene con instrucciones. No sé por qué te ocurrió
venir sin ellas… Obvio, cuando se trata de desgracias, eres idéntico a todos. Te
limitas a permanecer callado. Inmóvil.
Sabes que todo lo
mediático es metafísico y simbólico. Asimismo, crees en estas apariencias
construidas con photoshop, más que en ti mismo. Otra vez, arribamos en lo
patético. A esas alturas ya sabes que la esencia de la vida está compuesta de
una masa penosa, lamentable o ridícula. No te importa, esperas a que Facebook
te muestre tus mejores recuerdos. Tampoco, crees que tu memoria se está
perdiendo, por tus nuevos hábitos de estar siempre conectado al ciberespacio.
Definitivamente,
crees que, si todos los demás hacen algo, entonces ese algo es bueno. Cuando tú
y todos los demás, ya no puedan recordar cómo han logrado cruzar la vida, será
el gran problema. Bueno, tampoco importará qué fue lo que pasó y cómo llegaron
a esa circunstancia. Ya estarán sin memoria. Ni siquiera estarás seguro de que
les afecta un problema. Pero, una cosa sí quedará clara: las personas que los
encuentren en esas circunstancias, tal vez, cuando miren sus redes sociales,
cuestionen qué les pasó. Sin embargo, es probable, que ellas, por el
adiestramiento sufrido durante generaciones, jamás cuestionen o culpen al
ciberespacio, por tus circunstancias. Muchas cosas, desde ahora, ya están en
los genes.
…
De cualquier
manera, la vida es un viaje al desconocido. Un viaje lento, cuando piensas que
todo en tú existencia ya se ha dado, por edad o por experiencia. Aparecen cosas
nuevas. Entonces reclamas por qué no sucedieron antes, cuando aún estabas
joven, o en todo caso, por qué no tenías la experiencia de ahora cuándo fuiste
joven. Nunca lograste entender, por qué antes todo era demasiado pronto y
después, todo sea demasiado tarde. A ese fenómeno la gente suele llamar vida. Y
no existe nada que pueda salvaguardarte de ella. Especialmente, porque la vida
pasa y todas tus grandes conquistas, al final, ya no son importantes. Las
conquistas poco a poco, pierden el sentido. Y el mundo bullicioso que no conoce
el silencio: tu mente. Ahí, donde duermen las palabras constantemente
zumbiendo, como abejas a la espera de una flor. Al final, de muchas maneras, tu
mente se pierde.
…
Todos los despojos
de lo vivido, en ese instante, solamente existen fragmentados en la
imaginación. Todo lo que existió, poco a poco va quedando atrás, como el
paisaje en un viaje en tren, que lentamente asume otra geografía y, casi
siempre, simultáneamente, otra cultura. Así, la vivencia, de lo que fue (bueno
o malo), se difumina en el tiempo para quedar, eternamente, en ruinas en el
imaginario.
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