El Tigre de Santa Julia según Albert Colin


Te sacaba la mugre, con una cachetada guajolotera te reventaba toda la dentadura y luego te decía por qué lo había hecho, el estaba hecho así, bandido y forajido, un Robin Hood, pero troglodita, así lo describieron en una historia publicada en el periódico El Imparcial, luego de que sus correrías se hicieran famosas.

El legendario Tigre de Santa Julia estaba viviendo en la mente de Albert Colin, siempre estuvo ahí desde que su padre, ex gente de la CIA o tal vez miembro de uno de los servicios secretos mexicanos, le contó aquella historia. Albert vivió siempre imaginando ser José de Jesús Negrete Medina, o en su pensamiento se reconocía en él. Como una doble personalidad la suya, y cada vez que nos contaba sus historias y sus leyendas, aumentaba algún detalle, añadía algunos particulares, cada vez aparecía un nuevo personaje y siempre una otra aventura. Nunca nos había contado como terminó El Tigre de Santa Julia, hasta que un día encontramos Albert sentado en un asiento del jardín público, estaba borracho y sus ojos parecían salirse de su flaco rostro, lloraba y se agarraba los rubios cabellos con sus dos manos fuertes. Por un buen rato no logramos aplacar su inmensa tristeza, de repente se levantó y nos dijo: “¡El Tigre de Santa Julia lo agarraron la única vez que fue al baño desarmado!” y prosiguió: “¡Siempre iba armado, de noche y de día, en la cama y en el retrete!”, había aprendido de Pancho Villa ir a dormir en una cama y levantarse en otra, con o sin pareja, nunca levantarse en el mismo lugar en el cual se había acostado. Nos mostró un recorte de periódico viejo, casi imposible de leer, La Jornada o tal vez El Universal, leyéndonos el final del Tigre de Santa Julia y secándose las lágrimas con el brazo libre, se sacudió y intentó libera la garganta de un insistente catarro: ”…el 28 de mayo de 1906…un sol ya alto en su cenit, un águila mirando de lejos la serpiente deslizándose entorno al nopal…José de Jesús Negrete Medina, jefe de una banda que con Tranquilino Peña, Gregorio Mariscal y Pedro e Fortino Mora asaltaban haciendas, fue capturado mientras estaba defecando…”. No lo podía creer, nos dijo, su padre siempre le había dicho que lo habían acribillado con una ametralladora y nunca que lo habían aprehendido vivo y luego ejecutado.

Había recibido una carta de su padre, esto lo supimos mucho tiempo después, y el recorte de periódico que nos leyó aquel día estaba adentro de la carta que desde el D.F. llegó hasta el sur de Italia. Su mito no había acabado la construcción de su leyenda como él siempre había creído. No murió cagando. Para él era distinto, menos heroico este final, el recorte de periódico, casi imposible de leer, desveló otra historia, destruyendo todo cuanto Albert se había ido construyendo en su mente y nos había ido contando, cada vez con nuevos detalles y nuevas aventuras. De Albert Colin nuca más tuvimos noticias hasta que un día en una playa del sur de México…

Maurizio Bagatin, 26 de junio 2021
Imagen: El Tigre de Santa Julia por José Guadalupe Posada

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