Los colores del invierno

 


Los acuarelistas cochabambinos a las tres de la tarde se sientan sobre los adobes más calientes, miran a su alrededor y pintan los colores del cielo. La acuarela es arte valluno. Capturan el matiz del azul y absorben el blanco casi puro de aquellas horas, y con sus ojos oscuros, detrás de un velo de gris, hacen suyo el negro del Tunari y los depositan inmediatamente, con las variaciones del verde en un verde que es acuático.

Rápidos, como el vuelo del halcón, fijan su pasado campesino, las polleras danzan, las trenzas bailan, los ojos brillan, sus musas son sus madres, unas hermanas que ahora viven en España, y el sol es lo de siempre. Se parecen a Giotto, albañiles del color siempre fresco e inmediato -un ojo a la mirada y el otro ya sobre el papel- desdeñando a todo y a todos, observan y almacenan, miran atrás y recuerdan, el molle del jardín de sus infancias, el parral detrás de la puerta, en el patio de la casa de la Rosa, las brevas que muy pronto aparecerán.

Maurizio Bagatin, 10 de junio 2021

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