Caminando


Linde nos es periferia. Nunca lo fue. Hoy son chicherías sin estandartes frecuentadas solo por viejos y borrachos de la zona. Chicha de mala muerte, para un cementerio de los elefantes sin identidad, sin testigos, sin los rasgos de una comunidad que fue. Así en Linde, así por todas partes.

En las aceras hay heroicos árboles, resilientes y resistentes al cemento, una palmera ahogada, unos imposibles ficus benjamina, algunos esqueléticos álamos, los arboles nativos adentro, sobreviviendo entre las feroces murallas levantadas por moros y por cristianos; algunas barreras, los rompevientos hechos por eucaliptos, ya no son de barreras para nada y para nadie. Lo agrícola desapareció, sustituidos por pollerías, tiendas, farmacias, oficinas mecánicas.

Caminamos, siguiendo el canal de riego Benjo Cruz, lo que llega de La Angostura, casi seco pero invadido por el plástico que generamos, barbijos, guantes quirúrgicos, pañales, bolsas enteras de basura familiar. Abandonamos el camino, podríamos recordar Medinaceli: “Tarde de sol, paz de aldea” pero Linde no es pueblo y no es periferia. Hace parte de estos núcleos habitados que fueron absorbido por la urbe. Ni chicha ni limonada. En noviembre del 2019, el Cruce Taquiña fue escenario de la eterna dicotomía boliviana, líneas de trufis se enfrentaban, unos pro evistas, otros en contra, los que fueron regantes, se transformaron en transportistas y los más antiguos queriendo hacerse respetar. Tribalismo urbano ante litteram.

Nada de nuevo bajo el sol. En las paredes siguen pegadas las caras de los ganadores y de los perdedores de marzo, entre los cables siguen colgados pálidos trapos simbólicos. Me acordaré siempre lo que me decía el poeta Carlos Franck: “La democracia es una dictadura de uniforme vulgaridad”.

Caminamos, en la casa del amigo Riccardone unos árboles de olivos eran mi feliz etapa saliendo del mercado Taquiña, digo eran porque hoy su hija me anunció el asesinato de varios de ellos. El negocio no mira y no ve, no huele y no respira, los emprendimientos borran cualquier imaginario posible. Hacen tabula rasa, en Linde como en la Uyuni, adonde sea. Ahí en su lugar surgirán unas tiendas.

Al frente las ultimas vendedoras de todo lo que no necesitamos alistan su aguayo para cargar perifollos, herramienta china, abigarrados peines de plástico, roba vieja o usada, así le dicen hoy a la ropa americana de ayer. Todo lo que una civilización bota, otra civilización la recoge.

Maurizio Bagatin, 03 de julio 2021
Imagen: Iván Jorge Ríos Céspedes, Fiesta en Sarco

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