Camerún, corazón de Pangea


Leer millones de años para escribir una página sola. Recorriendo la Ring Road del Noroeste de Camerún, pasos de gigantes para llegar al Chad, con destino final en Moura.

Seguimos las variaciones de la composición del globo terráqueo, desde sus fragmentaciones, millones de años atrás. El corazón de Pangea, Camerún, va tomando su forma, una caricia al océano, una mirada a la meseta del Adamawa, otra al verde sin fin distraído solamente por el Monte Camerún. El órgano independiente, el corazón de Pangea, es la síntesis del planeta ya formado. La extrema belleza de este recorrido conduce a los colores primordiales, a sus variaciones, a sus líneas ondulantes, electrocardiogramas de una construcción en continua evolución, calcio, hierro, zinc, minerales ricos, minerales pobres, boro, salitre, tierra roja como la sangre, amarilla como el azafrán recién molido. Imaginando, luego, la desaparición de los dinosaurios, viendo, luego, sus últimos parientes sobreviviendo, cocodrilos, lagartos, tortugas, y todo el mundo sumergido. Viajé con Jules Verne antes de viajar con Michael Crichton.

“En Moura Lorenzo fue a solucionar un tremendo problema que surgió durante la ocupación de la sede del Saild Chad, una sede de la ong suizo-italo-camerunense que ahí tenía su única antena fuera del Camerún. Su gran experiencia del África lo llevó a un arreglo en pocos días. Lorenzo era mas africano que los bamileké, los bamún, los banso, en muchas oportunidades más que los bulu”.

Las moscas tse-tsé entre los pigmeos de sureste estaba haciendo estrago, un sueño castigador, parecía al ver tanta gente y tan chiquita durmiendo, un sueño pacifico, pero en su rostro, la ausencia con la mirada hacia la inmensa foresta verde; de vez en cuando un muy sensible movimiento, que parecía una señal, una indicación, luego el coma y la muerte. Tomamos mucho Fansidar, los blancos en África, debilitándonos la vista para evitar la malaria; Alberto, el medico en Sangmélima, no aconsejó exagerar: “Mejor solo a los primeros síntomas de fiebre, sino evítelo, es el fármaco que nos ha vuelto ciegos, o casi ciegos muy fácilmente y, sobre todo, muy rápidamente. Mejor es el mal de África que tuvo Moravia…”.

“Teníamos que desaduanar un container y se logró organizar una reunión con un burócrata del gobierno, una cena en un buen restaurante de Yaundé podía llevarnos a una buena solución. El burócrata empezó hablándonos de la guerra contra Nigeria por la posesión de la península de Bakassi, riquísima en petróleo: “¡A los nigerianos los estamos deteniendo por todos lados, pronto se retirarán y Bakassi será reconocida como territorio camerunés!” siguiendo: “¿Es solo cuestión de días!”. Del container nos fue imposible hablar, de cómo desaduanarlo menos aún. Si la memoria no me falla fu gracias a la intervención de una mujer estupenda, una mulata de la cual no recuerdo el nombre, que logramos después de varios meses y de un buen soborno, sacar el container de la aduana. Al retirarlo de la aduana le pregunté a la mujer estupenda porque el supuesto burócrata del ministerio de comercio no nos ayudó, sabiendo que iba a recibir su tajada. Me miró, con sus ojos verde esmeralda, hipnotizándome: “¡Mon cheri, él era el ministro de defensa y nunca les hubiera podido ayudar, pero les agradece por la cena y el buen vino!”. Años después, leyendo Jagua Nana de Cyprian Ekwensi me acordé de muchas cosas que en aquel tiempo no me pasaban por la mente. De como engatusan las mujeres en África, de como el tribalismo, la viveza criolla, las enfermedades, el ser blanco en el continente negro, nos hacen ver, pensar y hasta imaginar, la mayoría de las veces, otras cosas, casi siempre lo contrario de lo que habíamos visto, pensado e imaginado”.

Hoy, que miles y miles de cameruneses buscan refugio en Chad, lo cual podría parecer inverosímil, me recuerdo de las reuniones bajo el árbol de mango de los ancianos con los jóvenes del petit village, del grand frere y del petit frere, y de cuando sentado yo también sobre una bellísima alfombra, entre hombres y mujeres musulmanes me equivoqué, pensando que el muchacho sentado a mi frente estuviese mirando con demasiada intencionalidad a la chica que estaba a mi lado, mientras (lo supe solamente después) me estaba mirando a mí.

Hoy que miles y miles de cameruneses están escapando de la violencia extremista de una religión, me recuerdo de Kapuściński, y de las mil páginas que tendríamos que leer para poder escribir una sola página. Y del color de la tierra que fue Pangea, del corazón de Pangea que es Camerún.

Maurizio Bagatin, 21 agosto 2021
Imagen: Angu Walters, Happy Family

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