Kavafis, útima taberna


Miguel Sánchez-Ostiz

De todas las versiones posibles de este poema de Kavafis, escojo la de la Ramón Irigoyen porque fue a él a quien primero le escuché recitar este poema, va para cincuenta años, por afecto y porque me consta su solvencia en la lengua griega... La extraña cargante y el mañana tengo mucho tiempo, y la soledad de una taberna verde y amarilla de luz y moscas en una casa que te dirán derribada, pero tú sigues viendo en pie, como hace cincuenta años. Tú, el único parroquiano, que pide dos negronis inauditos en ese tugurio que estaba abierto cuando unas puertas más allá funcionaba el burdel de La Turca, Teodora Moazos Folakis, con su descapotable y sus galgos borzois. Burdel de papel y tinta ese: García Serrano acaricia su Mauser como si fuera un gato. Edificio derribado ese. Las puertas blindadas se las llevaron los gitanos para chatarra. Dos negronis, uno para tí y otro para el fantasma que tenga a bien dejarse caer a esa hora muerta a trapichear con burlas feroces y melancolías profundas.


En la medida que puedas

Y si no te es posible hacer la vida que deseas
intenta al menos esto
en la medida que puedas: no la envilezcas
en el contacto asiduo con la gente,
en asiduos ajetreos y chácharas.

No la envilezcas arrastrándola,
dando vueltas constantes y exponiéndola
a la idiotez diaria
del trato y relaciones,
hasta que se convierta en una extraña cargante.

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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana, 28/9/2021

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