Márcia Batista Ramos
“No puedes separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz, a no ser que tenga su libertad.” Malcolm X
Miramos al horizonte y vimos el humo que sube después de cada bombardeo entristeciendo el cielo y anunciando que allá está el dolor y la muerte. Es una invasión abusiva. Parece mentira, que hoy nos escapamos de nuestra propia casa. Ya no era una opción quedarse en casa sin luz, sin calefacción, sin agua, sin conexión móvil, bajo constante bombardeo y en intensa espera de si llegarán o no las bombas a nuestra casa, aunque, por alguna razón psicopática, el foco de los bombardeos son las instalaciones sanitarias o uno que otro jardín de infantes.
En la calle nos avisaron, horrorizados, que una maternidad fue cobardemente atacada… Nos comentaron que el genocidio, continua. También dijeron que: - “¡Nuestra gente está fuerte y unida como siempre! ¡Ucrania se mantendrá de pie hasta el final! ¡Vamos a ganar!”
Sabemos que, como seres humanos, somos seres adaptables, tanto es así que, ahora ya conocemos el sonido de las explosiones, ya hemos aprendido a determinar el tipo de fuegos (grados, tanques, artillería), qué tan lejos se encuentran de nuestras casas, si es hora de correr al sótano o aún podemos sentarnos en la sala.
Son semanas de una guerra brutal dirigida a destruir a nuestro pueblo, matan impiadosamente a mujeres y niños, destruyen nuestra infraestructura civil y con saña genocida, jardines de infancia y maternidades son blancos de los rusos.
El sótano es seguro, por cierto. Empero, si uno se queda en él, por unos días en el frío y en la oscuridad, siente paralizar las propias facultades mentales y físicas, siente ansiedad, pierde la determinación, el miedo crece, y de paso, se vuelve cada vez más difícil salir de la situación deprimente, al tiempo que se vuelve casi imposible dejar el sótano.
Algunos de nuestros vecinos con niños pequeños, han estado sentados en su sótano desde el primer día. Es muy duro. Me di cuenta de que no se puede ceder al sótano. Después, de unos días todo se termina: comida, velas, agua y paciencia. Por eso, dije a mi pequeña familia que, si no corremos hoy, no correremos nunca. Por eso nos escapamos. La opción en coche no fue considerada - literalmente ayer una familia intentó salir de nuestra calle en coche, los rusos le dispararon cobardemente y golpearon a una madre indefensa y a un niño de cuatro años. Una vecina, que es médico, les brindó atención, porque ambulancias y bomberos ya no acuden.
Por suerte, nuestra gente es fuerte y está muy unida, en la guerra ególatra del presidente ruso contra Ucrania.
Caminamos a lo largo de la línea del ferrocarril. Cuando empezábamos a alejarnos de la ciudad, miramos con nostalgia en dirección de nuestra casa, en el instante en que un misil golpeó la casa del vecino que es mucho más alta que la nuestra, imagino que también afectó a nuestra casa.
Tal vez, un día, regresemos a retirar los escombros y reconstruir nuestra vida, si los rusos no disparan a una familia pacífica con niños. Vamos al encuentro de nuestro destino con la certeza de que Ucrania se mantendrá firme hasta el final. ¡Vamos a ganar!
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