Ítaca, Cecchini


Es el inventario de todas las cosas, el censo absoluto, el insomnio total, un cuadro de Escher, el Aleph de Borges…cajas chinas, matrioshkas…fantasía, imaginación…un recuerdo que lleva a otro recuerdo y a otro, al infinito.

¿El poeta volverá? Argos espera, Penélope está esperando, Telémaco esperará…la memoria es un lugar de la luz, la memoria es un lugar de la vista… ¿Homero, Tiresias, Borges, Milton o Joyce, quienes son los ciegos de mi pueblo, Cecchini? ¿Quiénes son los narradores, mudos en su silencio eterno o envueltos en un grito de cristal, paralizados frente a tanta curiosidad o belleza, en un laberinto de memoria o frente al espejo del olvido?

Heredamos memorias absolutas o fragmentos de momentos, cerramos los ojos por necesidad o en sueño, nos escapamos del viento de un retorno o del solo recuerdo. El viaje fuera de horario y sin dirección, sin metas nos conduce, otra vez, siempre, a Ítaca, donde cerramos círculos como Ulises, mientras Abraham no vuelve.

Mi pueblo, puedo andar como Stephen Dedalus o Leopold Bloom, más de las veinte cuatro horas que un reloj de arena permite, confundirnos o elucidarnos sobre los hechos realmente ocurridos, sobre los fantasmas que nos invaden, la ficción que nos permite exageración y resistencia.

Sueños y pesadillas, memoria y olvido.

Maurizio Bagatin, 28 de abril 2022
Imagen: Mi pueblo, Cecchini, años ‘60

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