Un libro empieza por su tapa y el título es de fundamental importancia. Parte de su historia estará marcada ahí para siempre; los libros que dejan mas preguntas en lugar de ofrecernos respuestas son importantes. Este libro es el invito a que uno conozca El Alto y a su gente.
Puedes llegar por donde sea a El Alto y los colores marcados son el verde trébol de las canchas sintéticas de futbol, el color verde menta con toque a espuma de mar de las iglesias del Padre Sebastián Obermaier. Otra alucinación serán los cholets que engatusaron a los arquitectos ingleses. Y una fauna siempre en movimiento, El Alto es la ciudad mas joven de Bolivia, ahí tocar el cielo es una oportunidad única. Ahí la pobreza no se vuelve miseria hasta que las capacidades creativas de su gente se anulen, y al mismo tiempo los deseos crezcan desmesuradamente, a imitación de los que ocupan un escalón superior. Es precisamente el mordisco de lo imposible lo que crea la pobreza moderna.
La fuerza con que Quya Reyna trata esta condición hace que la belleza de su sutil ironía intervenga para redimir un poco el dolor. La palabra sincera ofrece un espacio a la voluntad de no resignarse nunca. Se juega donde se vive, ahí se puede ganar, se puede perder como también empatar. Todos estos resultados hacen parte del juego. Y tal vez el juego de Quya Reyna se haya ido mucho más allá.
Maurizio Bagatin, 25 de junio 2022
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