La espuma de los días


Miguel Sánchez-Ostiz

La espuma de los días... por decir algo, Boris Vian hace cincuenta años, y Comme le temps passe, buen título para una novela que solo el fusilamiento de su autor, Robert Brasillach, le aporta algo de interés, aunque suene frívolo. Brasillach, un raro, un marginal, colaboracionista, condenado, absuelto por quienes le recuerdan con rara devoción que no comparto. Las biografías y las leyendas de los autores acaban imponiéndose no solo a obras mediocres. Pero sí, cómo pasa el tiempo. Lo veo a diario en las plantas de mi jardín –flores que se agostan mientras otras no acaban de florecer– y en las sombras cambiantes del paisaje; y también en los trabajos de escritura que avanzan lentos, demasiado, porque me pierdo en vericuetos raros, como las crónicas parisinas de Jacques Yonnet, en Rue des maléfices: Chronique secrète d'une ville (traducida al castellano), o de Jean-Paul Clébert (Paris insolite), pasando por la vida tumultuosa de Cándida del Castillo (madre del novelista Michel del Castillo) o la de esa sombra que fue la viuda del temible chequista García Atadell, agarrotado en Sevilla en 1937, tras compartir celda con Arthur Koestler... me asombra que todo esto salga de un tranvía que hace un extraño recorrido de ida y vuelta entre Aduana y Cardonal, puerto de Valparaíso, por donde vagó otro personaje de aquel Madrid en guerra, Pepe Quintanilla (hermano del pintor) después de haber estado un tiempo «escondido» en la isla de Juan Fernández...

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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana, 2/7/2022

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