Escrito en salitre



Tu, peregrino, que te has detenido a mirarme, tu, caminante, que me observas emocionado, solo a ti, te diré y tú, andariego de estos lugares sin nombre, tu, buscador incesante -nadie busca nada en estos sitios desolados, si tú buscas algo es porque, en verdad, quieres hallarlo-, tu, solo tú, sabrás que hacer con el mensaje

¿Sabes, compañero de huellas olvidadas? ¿sabes de las distancias desde donde concurro a tu mirada? ¿sabes de mis tareas, de mis cansancios, de mis agobios? Siento que sí porque son los mismos que a ti te cercan y te asedian, pero, por lo mismo, sabes que estas en el buen camino, amigo, sabes que el camino es uno y es definitivo y sabes también que, si no hay camino, será nuestro afán, encontrarlos o soñarlos, que es lo mismo

Vengo de tan lejos que no te imaginas, hermano. Vengo desde un lugar irredento, más allá del mundo donde nos topamos, y ¿sabes qué? A veces, lo añoro. A veces, suspiro por lo que quedó atrás pero cuando el sol se eleva y hace que brille y reluzca, siento el clamor de mis adentros que me dicta: aquiétate, ya eres una señal del destino, ya estás marcando un arraigo, seré sólo polvo, más polvo enamorado, como sentenció el poeta.

Y entonces sé que los días pueden sucederse, y la quietud de la noche envolverme, y las estrellas reflejarse en mí, y el viento lamer mis pliegues y contarme sus historias vagabundas y el arroyo cantar y las aguas que corren y que ya no volveré a ver jamás se despedirán de mí para irse tan lejos y para siempre, ¿y sabes qué? Que me anima tanto que así sea, que ya no diré más porque sé que has comprendido, sigue buscando si quieres, sigue tus ansias y anhelos, pero sabe de mí que yo soy también lo que buscas:

Yo soy tus huellas, que vienen y van por las heridas, cicatrizándose

Yo soy tu piel, la piel de tus arraigos

Yo soy la marca de tu destino

Soy el dolor y la dicha

Soy la alegría y el llanto

Yo,

Yo soy tu canto.



Pablo Cingolani
Antaqawa, 4 de agosto de 2022

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