Una línea demasiado sutil las separa. De una creemos saber todo y no sabemos nada, de la otra, mientras estamos en vida, no sabremos nada. Suposiciones, tentativos de una idea, muchos errores. Retórica, también.
Ayer escribiendo una memoria feliz, hoy viendo atravesar el negro ocaso. La línea sutil que marca el día y la noche, la luz y la oscuridad. Que la tierra le sea leve a una guerrera del agua en Cochabamba, Carmen volará alto. Hoy la parca estaba en el camino de otra persona, tal vez ni la conocí y es lo mismo en este tejido que es la vida, una telaraña de miradas fugaces, pasos efímeros, bellezas y ruinas. Es imposible pasar en silencio una muerte, decía Elias Canetti, siempre tenemos ahí Cloto, Láquesis y Átropos, nacimiento, vida y muerte. Narran que iban escribiendo el destino de las personas en las paredes de un enorme muro de bronce y nadie podía borrar lo que ellas escribían. El hilo que conduce en polvo a nuestros vanos gritos e inútiles silencios.
Mi abuela sostenía haber vivido en este mundo el purgatorio, el infierno y también el paraíso. Me contaba historias de miseria y de hambre, aunque su familia nunca sufrió la miseria y el hambre, lo que me contaba era la miseria de los demás. En su casa muchos iban a pedir un plato de polenta o la harina para prepararla; era mejor si estaba ya hecha, no todos tenían la suerte de una cocina o de leña para encenderla y cocinar. El purgatorio fue al medio de su vida, creo, y luego un paraíso que fue muy breve.
Como hojas de un árbol en otoño, la poesía de Giuseppe Ungaretti.
Lo denominado queda con vida
Maurizio Bagatin, 3 agosto 2022
Imagen: Las tres parcas, Marco Bigio, 1540-1550
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